“¡Bendito romeros que siembran amor la Madre De Dios a su paso peregrino!”

PALABRA DE VIDA. Monseñor Rico Pavés: “¡Bendito romeros que siembran amor la Madre De Dios a su paso peregrino!”

¡Benditos romeros que siembran amor a la Madre de Dios a su paso peregrino! Semana de emociones: como en el primer Pentecostés, nos reunimos en oración junto a la Virgen María para recibir una nueva efusión del Espíritu Santo. Vuelven a resonar con fuerza las palabras improvisadas de san Juan Pablo II pronunciadas desde el balcón del santuario de Nuestra Señora del Rocío el 14 de junio de 1993: “Que todo el mundo sea rociero”. Para vivir Pentecostés hay que hacerse rociero, es decir, hay que ser del todo y siempre de María Santísima.

La Solemnidad de Pentecostés trae maravillas divinas al corazón humano. El Señor realiza en el corazón de sus fieles las mismas maravillas que obró en los comienzos de la predicación evangélica. El evangelio del domingo nos permite reconocer algunas de esas maravillas. La primera maravilla se refiere al encuentro renovado con Jesucristo. La promesa de no dejarnos solos, Jesús la cumple primeramente con el don del Espíritu Santo. La imitación, seguimiento y configuración a Cristo, que caracterizan la vida cristiana, es siempre ejercicio de docilidad a la acción del Espíritu Santo.

Una segunda maravilla tiene que ver con el don de la paz. El apóstol san Pablo recuerda que la paz es fruto del Espíritu Santo. El Espíritu pone paz en el corazón y convierte en constructor de paz a quien le es dócil. La paz del Espíritu es tranquilidad del orden, sosiego en el progreso, concordia en las relaciones, serenidad en el ánimo. Quien protege la paz, camina en el Espíritu.

Otra maravilla es la alegría colmada. El don del Espíritu Santo nos trae la alegría plena; una alegría que hace fuertes en medio del sufrimiento, transmite esperanza a quien desespera, otorga luz a quien vive en tinieblas, aleja miedos, rebosa ante la belleza.

En la solemnidad de Pentecostés todos nos hacemos rocieros para honrar a la Blanca Paloma, imitar su docilidad al Espíritu Santo, recibir de Ella al Salvador del mundo, sabernos peregrinos en el camino de la vida, experimentar el consuelo del perdón de Dios, renovar nuestro compromiso misionero y mantener vivo el abrazo maternal de la Virgen María. ¡Benditos romeros que siembran amor a la Madre de Dios a su paso peregrino!

+ José Rico PavésObispo de Asidonia-Jerez

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