En la historia de nuestras vidas hemos podido comprobar cómo el Señor nos ha ido dando oportunidades para crecer personalmente y como Pueblo de Dios, a pesar de nuestros errores y de nuestros pecados, porque la misericordia de Dios es infinita y porque el Señor no se cansa de darnos nuevas oportunidades y siempre con gran paciencia. Si nos detenemos un momento en la primera lectura veremos claro el protagonismo de Dios en esta aventura de reconstruir a su pueblo, cómo ha puesto las bases para la liberación y cómo ha ido cuidando los pasos hasta una verdadera conversión. En esta tarea tomamos nota de la importancia de saber valorar la escucha, la voz de Dios, y cómo el pueblo se reúne en asamblea festiva para celebrar la liturgia de la Palabra, porque el sacerdote y escriba Esdras los lleva con la fuerza del Espíritu. Cuando escuchan esta palabra, pueden comprobar que les compromete y que los lleva a entrar en un proceso de conversión, por eso Esdras invita a todos a la alegría, a la fiesta, a dar gracias a Dios por este inmenso regalo.
El evangelista san Lucas presenta una situación similar, en este caso el pueblo no ha estado en el destierro, pero los acontecimientos vividos históricamente, las presiones de las distintas invasiones, también culturales, han llevado a este pueblo a estar lejos de Dios y esto se ha notado, porque han vivido como en un destierro. Ahora no es la iniciativa de un sacerdote, es la iniciativa del mismo Jesús que dirige la palabra a todos sus conciudadanos para que presten atención a la Palabra de Dios, leyendo un texto del profeta Isaías. Jesús atrae la atención de todos y les hace ver que lo que anunciaba Isaías ya se está cumpliendo en su persona. Jesús es el “hoy” que andaban esperando: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír» (Lc, 4, 21).
San Lucas resalta la necesidad de escuchar a Jesús, que viene con la fuerza del Espíritu Santo, despertando la admiración de todos y proclamando que la salvación se está haciendo presente en su persona. Por esta razón, puedes sentir cómo te ofrece su misericordia, es decir, la renovación interior; la oferta de la libertad de la opresión del pecado, porque es especialista en los grandes perdones. La fuerza de Jesús, ungido por el Espíritu, transforma día a día nuestra existencia y nos hace partícipes de su gracia, como hombres nuevos, llenos de fe, cargados de paz en el corazón, de confianza, alegría, libertad interior, con fuerza para perdonar y coraje para testimoniarle, llamados a descubrir al otro como un hermano a quien amar. Así nace una persona nueva y un pueblo nuevo, comenzando por la escucha de la Palabra.
Jesús comienza la gran misión de ofrecer a todos el gran “sí” que Dios dice a todo hombre, al amor humano, a nuestra libertad y a nuestra inteligencia. La misión de Jesús es redentora, es para abrir las puertas de la esperanza a todo el mundo. Él nos trae la Buena Noticia y la libertad a todos, a los pobres, sencillos y humildes, para que sigamos abriendo el corazón a Dios… Quizás nos deberíamos preguntar si después de la predicación de Jesús hemos cambiado de verdad. Bueno, todavía hay tiempo, porque el hoy anunciado por Jesús en la sinagoga, es también nuestro hoy.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena