Ángel Nuño, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo III del Tiempo Ordinario, 16 de enero, (Juan 2, 1-12).
El evangelio de este domingo nos presenta el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea. Tuvo lugar en una boda, fiesta del amor y de la entrega. Jesús convirtió el agua en vino, para júbilo de los novios y de los asistentes. En Caná, en aquellas bodas, muestra Jesús su gloria, aunque aún no había llegado su hora, tal y como Él mismo dijo refiriéndose, sin duda, a su pasión, muerte y Resurrección.
Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea. Así comienza el texto. En aquel tiempo es, en realidad, según el Evangelio de Juan, tres días después. Aún no ha llegado su hora, la hora de su pasión, pero era ya tiempo de Salvación. Y en ese tiempo de Salvación estaba Jesús en una boda, con sus discípulos. Y la madre de Jesús estaba allí. Como lo estará en la pasión y al pie de la cruz. De hecho, fue la Virgen María quien desencadenó la acción, al advertir al hijo: “No les queda vino”. Sumirada,siempreatentaysolícita. Jesús, respondiendo que aún no había llegado su hora, actúa y muestra su gloria, llenando de vino las tinajas y de alegría los corazones.
La madre de Jesús, y madre nuestra, nos mira también a nosotros con esa misma mirada solícita y vigilante. Atenta a nuestros agobios y nuestras dificultades. Sus palabras, las que dirigió a los sirvientes en aquella boda, son las mismas que nos dirige a nosotros, hoy y siempre: “haced lo que Él os diga”.