El sacerdote Agustín Borrell, director del nuevo Secretariado para los Santuarios y Piedad Popular

Diócesis de Cádiz-Ceuta
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La diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y culminó en 1933. Es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación.

El obispo Mons. Rafael Zornoza ha nombrado al sacerdote Agustín Borrell, director de este nuevo secretariado diocesano, con el propósito de dar el valor que tiene la piedad popular y la importancia de los santuarios para fomentar y dignificar la devoción a la Virgen y al Señor.

El P. Agustín agradecido por esta misión que le encomienda el obispo diocesano, coordinará la pastoral que se tiene en los santuarios y explica de primera mano, los principales objetivos de este secretariado: “el primero poner en valor la realidad de los santuarios que hay en la diócesis para que el culto y devoción que en ellos se dan, no queden solamente en la zona local. También preparar distintos soportes para que las personas que peregrinen a esos santuarios tengan unas oraciones preparadas y una información detallada del santuario que visitan. El segundo objetivo es cuidar la devoción y piedad popular, pues muchas personas, el acceso y cercanía a la fe, la tienen porque son devotas de una imagen o de unos titulares de cofradías y creo que se puede facilitar medios y formas a las parroquias para que en la medida de lo posible estas personas puedan integrarse más en la Iglesia”.

Además expresa lo que puede llegar a significar para la feligresía de la diócesis este secretariado: “creo que es una apuesta interesante que se hace valorando la piedad y religiosidad popular de nuestra gente y una iniciativa que va buscando una mayor implicación de los creyentes en cuidar su fe y formación cristiana, o al menos facilitar medios para que esto vaya siendo una realidad”.

Mons. Zornoza ya mencionó en su carta y programación pastoral de este curso, que la piedad popular “merece una atención pastoral particular, pues es un ámbito de encuentro con Dios, un lugar teológico donde se puede encontrar el sentido y la belleza de nuestra fe, en constante diálogo con el anuncio del evangelio de Cristo muerto y resucitado”

En esa mención especial de su escrito, destaca además los siguientes criterios:

Esta forma de religiosidad ha sido reconocida como un lugar fecundo para el encuentro con Dios ––después de un largo recorrido donde no faltaron problemas ni discusiones—. La devoción del pueblo es principalmente una expresión de fe sencilla y genuina”, como ha dicho Francisco[1].  La fuerte secularización de nuestra sociedad no parece entrar en contradicción con las diversas formas de piedad popular. Al contrario, las peregrinaciones y el culto en los santuarios ejercen un fuerte atractivo donde se vive una búsqueda de salvación y una experiencia de Dios que influye en la existencia sin grandes problemas de racionalización.

En esta fe popular puede darse el anuncio del Evangelio con credibilidad, pues expresa visiblemente un fuerte sentido de comunidad que profundiza en los vínculos familiares y sociales y que proporciona una fuerte identidad, aspectos positivos que facilitan el sentido comunitario de la Iglesia y son un reclamo de solidaridad y de caridad. También se experimenta aquí la acogida y la hospitalidad, características de la caridad evangélica propia de la vida eclesial, y se fomenta de modo privilegiado el encuentro y la fraternidad.

Es necesario comprender en la fuerza del sentimiento religioso y la expresión afectiva de la experiencia algo por lo que se intuye lo infinito dentro de las cosas, que va unido a la experiencia de la providencia de Dios y del misterio del mal. Todo ello envuelto de la materialidad que se integra a través de los sentidos, que se sirve de los colores y las luces, de los perfumes de la tierra, etc. donde se experimenta una fuerte relación con Dios, en cuyo entorno se forma como un templo hecho por las cofradías y asociaciones de personas devotas. Ofrecen en su conjunto una presencia pública cristiana en la plaza donde se reúne el pueblo, especialmente en los santuarios de peregrinación –sobre todo los marianos—, superando la distancia entre las naciones y las culturas locales”.

[1] Francisco en Bari, Discurso del 25 de febrero de 2020. Cf. Conferencia de Aparecida; Las Hermandades y Cofradías, Carta Pastoral de los Obispos del Sur de España, 1988; EG, 122; Francisco, Homilía en la Celebración con las Hermandades y Cofradías en el Año de la fe, 5 de mayo de 2013. Ver este artículo en la web de la diócesis

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