Amanecía el sábado 11 de diciembre y teníamos una cita, una a la que no podíamos faltar.
Retiro diocesano de adviento para laicos.
Confieso que algo bullía dentro de mí, algo que ese día me hizo levantarme con otro ánimo.
Alguien que no ha llegado todavía nos estaba esperando.
Al que nosotros esperábamos nos había llamado para que compartiéramos con Él una mañana, para esperar juntos y aprender a llenar esa espera.
Definitivamente no iba a ser una mañana cualquiera, ya el sol que brillaba espléndidamente nos recordaba el Benedictus, de Zacarías, un cántico lleno de llamadas a la espera y la esperanza: «Por la entrañable misericordia de Nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto» . Ese Sol nos estaba esperando en el Seminario y nos estaba esperando, precisamente, para llenar nuestra espera de este adviento de luz, de su Luz.
A las 10:30 fue la acogida. Allí estábamos, un buen grupo de hermanos reunidos en el nombre del Señor.
Comenzamos la meditación dirigida por D. Sebastián Guerrero Fernández.
Una meditación que nos invitaba a analizarnos a nosotros mismos, a mirar dentro de nuestro corazón, a buscar los motivos por los que no acabamos de abrirnos al Señor, de abrirle nuestro corazón .
De pronto, una sorpresa. Nuestro nuevo Obispo, Don Sebastián Chico Martínez, tuvo el detalle, a pesar de lo apretadísimo de su agenda, de pasarse a saludarnos y dedicarnos unas palabras, cosa que es de agradecer y que creo que a todos nos hizo mucha ilusión. Nos deseó que esa mañana fuera un momento de gracia, para acercarnos al Niño que nace de María. Y manifestó: “Qué hermoso es contemplar como Dios llevo adelante su plan y se hace niño para que cualquiera lo pudiera mirar, para que cualquiera lo pudiera tocar, para que cualquiera se puede acercar a él”.
Ya, en medio de este clima de fraternidad, de silencio y de serenidad que se había creado, Nuestro Señor, con la exposición del Santísimo, estuvo acompañándonos durante una hora. Llenando nuestros corazones de paz, de luz, de esperanza. Llamándonos a cada uno por nuestro nombre y diciéndonos lo que cada uno necesitaba oír.
Su presencia real se sentía en cada rincón, en cada hermano…
Durante todo este tiempo tuvimos la oportunidad de acercarnos aún más a Él, al Padre y al Espíritu Santo mediante el sacramento de la reconciliación.
Al terminar la exposición del Santísimo y después de la bendición, tuvo lugar una oración comunitaria, fue muy emotiva para todos.
Y como todo tiene un final llegó la clausura y la despedida, aunque no fue una despedida triste, al contrario como dijo D. Sebastián Guerrero, haciéndose eco de las palabras de Sofonías, » el Señor había hecho fiesta en nosotros» y nos llevábamos esa alegría, esa paz y ese gozo que solo el Señor nos puede dar.
Para terminar me quedo con las últimas palabras de una de las oraciones conjuntas.
«Señor Jesús ayúdame en este adviento a vivir con esperanza, a avivar la esperanza y abrirte aún más las puertas de mi vida»
Pilar Calvo Mengíbar