Tengo una buena amiga que dice que se agobia por lo que pasa y lo que pueda pasar, aunque no vaya a pasar nunca. Le decimos (cariñosamente) Miss agobios. De hecho, todos nos preocupamos. Es inevitable. Hay tantas situaciones económicas, problemas de salud de mi gente, peleas entre la familia… que la cabeza no se queda quieta. Pero una cosa es preocuparse y otra cosa es angustiarse. La angustia puede tener graves consecuencias para nuestra salud física y nuestro equilibrio emocional.
Por todo ello, he pensado proponeos (a mí el primero) una breve guía para saber convivir saludablemente con los agobios.
Lo primero que se me ocurre es que hay que aceptar que no podemos evitar que la preocupación aparezca, pero si podemos evitar darle demasiadas vueltas. Hazte siempre estas preguntas: ¿Es una PREOCUPACIÓN REAL o está solo en mi mente? ¿Tengo motivos reales? ¿Preocuparme mucho hará que la situación mejore?
Ahora miro mi interior. En ocasiones, la preocupación excesiva es un signo de la NECESIDAD DE CONTROLAR TODO. Es muy saludable aceptar que no tenemos el dominio de todo a nuestro alrededor. Fiarse de las personas que tengo a mi lado, cultivar la paciencia, como os proponía en la entrega anterior, seguro que ayudará.
Para el final me dejo lo más importante. Si algo te preocupa, COMPÁRTELO, HÁBLALO, ESCRÍBELO. Normalmente, dar salida a nuestros miedos hace que se hagan más pequeños. Hablar con quién sabe escuchar tiene el efecto “mágico” de disolver la “pelotera” que me había montado yo solito.
Ahora lo miro desde la fe. Pablo les decía a los filipenses: “No os preocupéis por nada” (flp 4, 6-9). Y yo creo que les estaba diciendo (y hoy a nosotros) que no absoluticemos ninguna de esas realidades que pueden quitarnos la paz e incluso la fe. El Señor es mayor que todo eso. Él es el Señor de nuestros agobios.
Por eso ahora te pido que me des luz para entender que las preocupaciones recurrentes solo sirven para fastidiarnos y que no solucionan problemas. Que podemos perder mucho tiempo y muchas energías viviendo angustiados tontamente, con el buen día que se ha quedado para tomarme una cervecita con mis amigos.
Ramón Bogas Crespo
Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería.