La violencia machista es la máxima expresión de un sistema estructural de desigualdad e injusticia social, y una violación grave de los derechos humanos de las mujeres. Por ello, en el marco de la celebración del Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer, Cáritas pone el foco en la necesidad de continuar visibilizando las violencias contra las mujeres existentes en nuestra sociedad y reclama medidas concretas que garanticen la protección y los derechos de las víctimas.
Rostros detrás de las cifras
Según la Organización Mundial de la Salud y ONU Mujeres, un tercio de las mujeres del planeta es víctima de violencia física o sexual, generalmente desde que es muy joven. En un informe realizado por ambas agencias de Naciones Unidas se específica que 736 millones de mujeres (es decir, una de cada tres) sufren violencia física o sexual infligida por un compañero íntimo o agresiones sexuales perpetradas por otras personas. Pero lo más alarmante es que los datos no han retrocedido en los últimos 10 años; y, es más, se han agravado a causa de la pandemia.
En lo que se refiere a España, el número de víctimas mortales en 2020 fue de 45, lo que dejó en estado de orfandad a 26 menores. En lo que va de 2021, ya son 37 las mujeres asesinadas y 24 los menores huérfanos.
Estos datos no son ajenos a Cáritas, que, a través de sus recursos y proyectos en todo el territorio nacional, es testigo directo de estas violencias. Según los últimos datos, Cáritas acompañó en toda España a un total de 9.560 mujeres en situación de exclusión social a través de diferentes programas de acompañamiento. En lo que se refiere específicamente a mujeres víctimas de violencia, Cáritas desarrolla actualmente 28 proyectos de acompañamiento, a través de los cuales se atiende a 4.115 mujeres (datos de 2020), de las cuales 3.402 son mujeres en contextos de prostitución, en su mayoría víctimas de explotación sexual. De manera concreta, en 275 mujeres acompañadas se han detectado indicios de trata de personas.
Detrás de las cifras están las historias personales de las mujeres y de sus hijos e hijas que sufren las consecuencias de tanta violencia: aislamiento y soledad, miedo, problemas de salud física y mental, deterioro de la autoestima y frustración, falta de red de apoyo, ruptura con la familia, con el trabajo, con la propia cultura y con la sociedad, desprotección, riesgo, desconfianza y confusión, adicciones, o re-victimización por el propio sistema, entre otras.
Cáritas, al lado de las mujeres en situación de exclusión social
Las violencias contra las mujeres tienen diferentes manifestaciones, desde feminicidios, prostitución, explotación sexual y trata con fines de explotación sexual a violencia intrafamiliar, matrimonios forzados o violencia sexual, entre otras, sin olvidar cuestiones arraigadas en nuestra cultura social, como son los denominados “micro-machismos”.
La presencia de Cáritas en este ámbito de grave exclusión social es una apuesta significativa dentro de sus actuaciones sociales, tanto en las acciones directas de intervención con las mujeres, como en aquellas orientadas a aumentar la toma de conciencia y corresponsabilidad en el ámbito personal, comunitario y político.
La violencia machista tiene un impacto mayor en las mujeres en situación de pobreza y exclusión social. A pesar de los avances sociales en la protección de los derechos de las mujeres, la realidad social nos habla de una profunda falta de oportunidades para aquellas que viven en las zonas más empobrecidas, en los territorios más marginales. Es en estos entornos donde se concentra la opción preferente de Cáritas, con el foco puesto en el acompañamiento a mujeres que se encuentras en contexto de prostitución, posibles víctimas de explotación sexual y de trata con fines de explotación sexual, y víctimas de violencia y malos tratos en el seno de la pareja, y mujeres en situación de vulnerabilidad y exclusión social.
Durante los procesos de acompañamiento, en 2021 Cáritas ha detectado estas situaciones:
– Graves dificultades económicas de las mujeres, unidas a una escasa formación a la hora de acceder al mercado laboral. La situación administrativa irregular en la que se encuentran una gran mayoría impide, además, su participación en procesos oficiales de educación o formación, incluso a cursos o talleres de cualificación que podrían mejor sus oportunidades de conseguir un empleo.
– Dificultad en habilidades sociales y baja auto-estima, unida a situaciones de aislamiento y pérdida de ritmo social.
– Sobrecarga en la responsabilidad de las unidades familiares.
– Agravamiento de los problemas de salud tanto física, producto de los malos hábitos de sueño y alimentación, como psicológica, derivada de sus circunstancias personales, de la incomprensión de las mismas y de sus propios procesos vitales.
– Personas sin hogar, por la dificultad de acceder a una vivienda de alquiler o propia, y la obligación de residir en clubs y pisos dedicados al ejercicio de prostitución.
– Retroceso en los procesos de recuperación de las víctimas de violencia de género.
– Brecha digital. Falta de acceso a medios digitales o al manejo de los mismos, y a internet, lo que dificulta el acceso a la información y el acompañamiento a los menores a su cargo.
Todas estas situaciones necesitan de una respuesta integral. Para ello, el modelo de intervención de Cáritas se centra en el acompañamiento individualizado, adaptando la intervención y el itinerario a cada una de las mujeres para impulsar un marco de ayuda cercano e intensivo que sitúe a la persona en el centro de su proceso para ser motor de su propio desarrollo y consiga ir superando sus carencias y fomentar sus potencialidades. La transversalidad de género, el enfoque de derechos humanos o la interculturalidad son distintivos de este modelo de acción.
Compromiso social y político
En esta conmemoración, Cáritas se une a la llamada del Papa Francisco en la V Jornada Mundial de los Pobres, donde, en su mensaje señala cómo “ante los sucesos cotidianos de violencia contra las mujeres, no se puede dejar de condenar esta barbarie que hace del mundo de las mujeres un escenario de auténtica pobreza”.
Urge, por ello, que las Administraciones públicas, los responsables políticos, los agentes económicos y sociales, la comunidad cristiana y la sociedad en su conjunto tomen conciencia de esta lacra social. Es preciso abordar las violencias machistas desde la esfera pública y promover una educación en igualdad que elimine la transmisión intergeneracional de la desigualdad de género latente en nuestra sociedad. Por ello, deben fortalecerse las políticas públicas destinadas no sólo a la atención y protección de las víctimas, sino a la prevención y erradicación de la violencia de género.
Cáritas diocesana de Jaén