Homilía del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández, en la Catedral de Córdoba, el 27 de junio de 2015.
Saludos: Presbiterio, rectores, formadores del Seminario Conciliar San Pelagio (mayor y menor) y del Seminario Redemptoris Mater San Juan de Ávila. Profesores del Estudio Teológico, seminaristas, familiares, etc.
Hermanos y hermanas.
Los santos acuden a nuestra fiesta
En el ritual de ordenación hay un momento especialmente impresionante, en el que todos nos arrodillamos y los que van a ser ordenados se postran en el suelo boca abajo. ¿Qué significa este momento? Permitidme algún comentario.
La postración de los que van a ser ordenados es un gesto de profunda humildad. En este y en otros momentos de la liturgia (p.e., el viernes santo) es signo de profunda adoración a Dios, ante el cual nos reconocemos como humildes criaturas. Pero, «Qué es humildad?», se preguntaba santa Teresa de Jesús. Y respondía: «Humildad es andar en verdad, y la verdad es que no somos nada» (6M 10,7). Y prosigue la Santa: «Nunca nos acabamos de conocer, si no procuramos conocer a Dios; mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza y, mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes» (1M 2,9). Por eso, cuando el hombre se aleja de Dios, se hace soberbio y a su vez la soberbia le aleja más y más de Dios.
Pues bien, queridos ordenandos, en ese momento pedimos todos el don de la humildad, del propio conocimiento, a la luz del conocimiento de Dios, que es el único que puede hacernos humildes, es el único que puede hacernos «andar en verdad».
Esa verdad más honda es que Dios nos ama. A esta «nada» que somos cada uno de nosotros Dios la ama, y la engrandece y la capacita para heredar su gloria. No somos nada por nosotros mismos, pero Dios nos hace hijos suyos, nos comunica su gracia. Y a vosotros hoy os hace ministros de su Hijo, sumo y eterno sacerdote, para el servicio del Pueblo de Dios. No olvidéis nunca este momento de la postración previa a la ordenación. Los sacerdotes que estamos aquí no lo olvidamos. No soy nada por mí mismo, yo no puedo nada por mí mismo. El Señor es todo para mí.
Nuestra perseverancia va muy unida a esta conciencia continua de que necesito permanentemente de la gracia de Dios y de la ayuda de los demás, a cuyo servicio quiero entregarme. No perdáis nunca este sentido de humildad que se expresa en la postración de la misma ordenación. Os tocará presidir las celebraciones, os tocará animar a los fieles y a las comunidades cristianas. Sólo podréis hacerlo eficazmente, si sois humildes, con la humildad que viene de Dios, esa humildad que engrandece y os hace disponibles para servir a Dios y a los demás.
Pero esa postración se realiza mientras se cantan las letanías de los santos. Santos de la Iglesia universal y santos especialmente cercanos por devoción, porque han regado esta tierra bendita con su sangre y con su testimonio de vida, santos que la Iglesia nos propone como modelos. De la mano de estos hermanos mayores caminemos el camino de la vida, recorriendo continuamente a su intercesión. No podemos hacer esta travesía a solas, necesitamos de la Iglesia, de la comunidad de los santos, de los que ya han llegado a la patria y de los que caminan junto a nosotros todavía en la tierra. Pertenecemos a una familia de santos, y hoy los invitamos especialmente para que se hagan presentes en nuestra fiesta: María Santísima, los santos apóstoles, los mártires de Córdoba, los santos sacerdotes, el santo cura de Ars, san Juan de Avila, San Pelagio, Santa Teresa de Jesús y tantos otros están aquí hoy con nosotros.
De esta manera, la Iglesia celeste se hace presente en la tierra, elevándonos a nosotros un poco más hasta donde ellos están. Cómo no postrarnos en profunda humildad ante la grandeza de Dios y de sus santos. Pero ellos vienen gozosos a nuestra fiesta, porque saben que aquí hoy sucede algo grande y ellos quieren participar en ello.
Qué es lo que sucede? Que Jesucristo consagra a estos seis jóvenes identificándolos con él, para que sean transparencia de él entre los hombres y mujeres de su tiempo, para que sean sus embajadores, para que sean sus representantes. Hasta el punto de hacer coincidir sus palabras y su voluntad. Cristo a través del sacerdote actúa sobre todo en los momentos sacramentales, pero extendiéndolo a toda la existencia del sacerdote ministro. «Esto es mi cuerpo, este es el cáliz de mi sangre…Haced esto en memoria mía». Los santos y los ángeles se asoman hoy a esta Santa Iglesia Catedral de Córdoba y se postran con nosotros en actitud de adoración y de profunda humildad ante Dios. A partir de ahora actuaréis in persona Christi Capitis.
Renovando vuestras promesas ante Dios
Por eso prometéis obediencia al obispo, al que ahora tenéis y al que tengáis a lo largo de toda vuestra vida. No viviréis nunca sin obispo, porque el obispo y el presbítero se necesitan mutuamente.
Y renovaréis vuestra consagración en el celibato para toda la vida. No seáis nunca solterones. Sino que, como un marido fiel trabaja y se entrega por su esposa y sus hijos, así vosotros trabajad con amor hasta el extremo por la Iglesia, llevando muchas almas a Cristo.
Vuestro talante de vida sea como el de Jesucristo, pobre y sencillo. No os dejéis invadir por el consumismo de esta sociedad. Mostrad una y otra vez que vuestro tesoro es el Señor. Libres de equipaje, estaréis más disponibles para la evangelización. Y si alguna preferencia aparece en vuestra vida sean los pobres y los que sufren, porque de ellos es el Reino de los cielos.
La diócesis de Córdoba hoy está de fiesta grande. El regalo de estos nuevos seis presbíteros es un don de Dios que a todos nos compromete. Familias, gracias por vuestra generosidad al entregar vuestro hijo al Señor. Acompañándole discretamente, dejadle que sea sacerdote. Seminarios, gracias por vuestro trabajo callado día a día. El discernimiento de la vocación es una de las tareas más delicadas, y no todos son momentos de gloria. Alegraos hoy, porque el fruto de vuestra dedicación es más visible. Sacerdotes, sea vuestra tarea primordial promover las vocaciones al sacerdocio ministerial, pues la Iglesia no puede vivir sin sacerdotes. Cómo se gozan vuestros párrocos, al ver hoy cumplido un sueño de sus vidas. Que la alegría del Señor sea nuestra fortaleza.
A María Santísima os encomiendo especialmente, en este día de la Regina Mater, en que María visita a su Iglesia de manera especial: 25 imágenes de María santísima coronadas, llegarán esta tarde a nuestra Catedral. Que ella nos acompañe siempre.
(continúa con la lectura de la homilía del Ritual)