Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes.
La Campaña de Manos Unidas nos anima este año a luchar contra la pobreza y no como una responsabilidad sólo de las naciones, sino también, de cada una de las personas que formamos parte de nuestro mundo. La invitación que se nos hace es determinante, nos implica para salvar la dignidad de las personas, especialmente por la advertencia evangélica de dar de comer al hambriento y de beber al sediento. De esto, precisamente, ha hablado el Papa Francisco con motivo del Encuentro con los Movimientos Sociales denunciando la «especulación financiera que permite que millones de personas sufran y mueran de hambre». Con contundencia ha hablado el Papa Francisco y nos ha puesto a pensar sobre la gravedad que supone, el «desechar toneladas de alimentos. Verdaderamente esto es un escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable…».
¿Deseas participar en esta aventura de rescatar la dignidad de las personas? Esta inquietante pregunta la vas a ver con frecuencia en estos días, tanto a la entrada como a la salida de los templos y en las redes sociales. Hay que ser insistente, porque va en juego la vida de muchas personas y de muchas familias, que, como dice el Santo Padre, «no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y verse privado de la dignidad del trabajo». Pensad y valorad que «la creación es un don, es un regalo, un don maravilloso que Dios nos ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud». Pues ánimo, trabajemos en esta aventura de crear esperanza para los que la han perdido. Esto no puede esperar, si nos preguntan que cuándo empezamos, responded que ya mismo.
Lo cierto es que partimos de un problema, que se ha globalizado la indiferencia y eso se nota cuando oyes estas cosas: «a mí ¿qué me importa lo que les pasa a otros mientras yo defienda lo mío?». Lo preocupante, señala también en su discurso el Papa Francisco, es que «el mundo se ha olvidado de Dios, que es Padre y se ha vuelto huérfano porque dejó a Dios de lado». El resultado de esta situación es doloroso, lo peor que le puede pasar a la humanidad, porque nosotros no podemos vivir en esta contradicción de olvidarnos de nuestro Creador y Padre, por eso se hace necesario anunciarle, hablar de Dios a los que han perdido el norte, la esperanza y encender la luz de la fe en un mundo de tinieblas; necesitamos abrir la puerta para que entre un chorro de aire fresco que nos renueve. Ayudar a los hermanos supone darles el pan diario y el alimento de la fe, que conozcan a Dios. ¡Cuánto por hacer!
La solución para muchas de estas situaciones es clara, «volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos…», dice el Papa, «con pasión, pero sin violencia». Se trata de «resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia». Pero esto no se puede llevar a cabo si no nos dejamos llevar por el Evangelio, si no hacemos las cosas con el mismo corazón de Cristo. ¿Qué nos recomienda el Señor? La respuesta está en las Bienaventuranzas. Dice el Papa que las volvamos a leer; pues ánimo, pero en silencio, para que calen y, luego, a llevarlas a la vida.
Que se note en las bandejas de las parroquias que la Campaña de Manos Unidas no pasó desapercibida. Dios os bendiga.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena