En todas las Iglesias, colecta para Cáritas de Haití

Carta Pastoral del Obispo de Tenerife, Mons. Bernardo Álvarez.

“Dadles vosotros de comer”, fue la respuesta de Jesús a sus discípulos cuando le pidieron que despidiera a la gente que llevaba varios días sin comer. “Dadle vosotros de comer”, es el mandato que Jesús da a quienes llevamos el nombre de cristianos, ante la realidad de tantos seres humanos que sufren hambre de pan, de salud, de cultura, de Dios, de justicia, de paz, de afecto…

Como la del propio Jesús, la vida del cristiano se configura en torno a tres dimensiones complementarias e inseparables. Si falta alguna de ellas, no se puede hablar propiamente de “vida cristiana”. Estas dimensiones son: rezar, predicar, curar.

Rezar, orar, es confiar en Dios y tener relación personal con Él. Es dar lugar a Dios en el corazón y dialogar con Él. Predicar es dar testimonio de Jesucristo con las palabras y con la vida. Presentarlo a los demás para que también lo conozcan y, conociéndole, puedan creer en Él y seguirle como discípulos suyos. Curar es preocuparse por las dolencias de los demás y socorrerles en sus necesidades.  Liberar a los que están sometidos a la miseria, el hambre, la enfermedad,… ya sea por causas naturales o como consecuencia de la injusticia y la opresión de unas personas para con otras.

Desde el primer momento, la Iglesia, la comunidad cristiana, como se refleja en los Hechos de los Apóstoles, aparece caracterizada por estas tres dimensiones: no faltan ni la oración, ni la predicación, ni la comunicación de bienes. Así es la vida y misión de la Iglesia en cualquier parte del mundo. Así lo ha sido a lo largo de la historia y así lo seguirá siendo en el futuro. Aún en medio de las deficiencias de muchos cristianos, la Iglesia no ha perdido sus señas de identidad, y todos nos sentimos llamados a ser cada vez más coherentes con nuestra fe, sobre todo, a no hacer separación entre la fe y la vida, ni entre el amor a Dios y el amor al prójimo. 

En nuestra Diócesis Nivariense, desde la época de D. Domingo Pérez Cáceres, hace casi 60 años, se creó Cáritas Diocesana (y con ella las Cáritas Parroquiales) para incentivar y coordinar la comunicación cristiana de bienes. Desde entonces, todos los primeros domingos de cada mes, las colectas que se hacen en todas la iglesias de la Diócesis están destinadas para atender a los más pobres. “Domingo del pobre” se decía cuando yo era todavía un niño, y aún recuerdo a mi padre y a mi madre decidiendo, antes de ir a misa, cuánto se iba a poner en la colecta de ese domingo.

En cualquier lugar del mundo, allí donde está la Iglesia, allí hay Cáritas formada con gentes de las comunidades cristianas del territorio donde desarrollan su actividad. De hecho existe una coordinación internacional que hace posible que la comunicación de bienes llegue, sin intermediarios, a la Cáritas de cualquier lugar y se distribuyan los recursos directamente y de forma digna a los más necesitados. En nuestra Diócesis ya estamos acostumbrados a contribuir con las Cáritas de otros países, tanto en situaciones de emergencia por catástrofes, como de forma sistemática apoyando proyectos programados.

También ahora, que estamos comprobando y sintiendo los efectos del terremoto de Haití, se ha generado un moviendo de solidaridad en todo el mundo al que no son ajenos los cristianos. Nuestra Cáritas Diocesana lanzó inmediatamente una campaña de recogida de fondos y, a fecha del día 3 de febrero, ya había recaudado 237.200 €. Cantidad que se va a incrementar sustancialmente cuando se le sume el resultado de las colectas que se van a realizar en todas las iglesias de la Diócesis, este próximo fin de semana, en las misas del sábado y domingo.

Para un cristiano, dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, dar agua al sediento, curar a los enfermos, dar hogar a quien no lo tiene, enterrar a los muertos,… no es una opción que se pueda elegir o no, es un deber irrenunciable de nuestra identidad cristiana. Son las obras de misericordia que el mismo Cristo practicó y que nosotros, sus discípulos, tenemos que llevar a cabo, si no queremos, cuando seamos examinados en el amor, ser excluídos del Reino de los Cielos y tener que escuchar a Jesucristo diciéndonos: “Apartaos de mi, malditos… porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber”.

Como cristianos, como Iglesia, no podemos ser indiferentes ante el prójimo necesitado. Nuestros hermanos de Haití, ya muy pobres antes del terremoto, viven una situación extrema, de vida o muerte. “Dadles vosotros de comer”, nos dice Jesús. Nosotros solos no podemos dar de comer a tanta gente, podemos pensar. También los discípulos le dijeron a Jesús: ¿Qué son cinco panes y dos peces para dar de comer a tantos? Sin embargo, Jesús hizo el milagro y comieron todos hasta saciarse. ¿Qué son nuestros euros para tanta necesidad? Dejemos que Jesús haga el milagro de la multiplicación; a nosotros nos corresponde poner lo que nos dicte nuestra conciencia cristiana.

No lo olvidemos, este fin de semana, en todas las misas: Colecta para Cáritas de Haití. Y quienes no van a misa y se sienten llamados a contribuir, recuerden que pueden entregar su donativo para ese fin directamente en cualquier parroquia,  en Cáritas Diocesana o en las entidades colaboradoras: CajaCanarias, la Caixa, BBVA y Santander, en la cuenta “Campaña CARITAS CON HAITI”. Con muchos “pocos” se puede hacer “mucho”. 
 

              † Bernardo Álvarez Afonso

                Obispo Nivariense 
                 
                 
                 
                 

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