Por el Obispo de Jaén, D. Ramón del Hoyo López. En el marco de la Cuaresma y celebraciones del Novenario en honor de Nuestro Padre Jesús y de la Santísima Virgen de los Dolores, hoy toda la Iglesia se alegra en la Solemnidad de la Anunciación del Señor. El Verbo se hace carne, por obra del Espíritu Santo y María Virgen se convierte en Madre de Dios.
1. Oramos y defendemos la vida como un bien
Desde hace pocos años se hace coincidir con esta Solemnidad de la Anunciación del Señor la jornada anual que celebran las Diócesis españolas en favor de la vida. En este, además, la Conferencia Episcopal Española aprobó celebrar un Año de oración por la Vida que hemos encomendado coordinar y estimular en toda la Iglesia diocesana a la Delegación de Familia y Defensa de la vida.
Con este propósito de orar juntos por el don de la vida, siempre un bien, nos reunimos en este primer Templo diocesano en comunión con las parroquias y demás comunidades de esta Iglesia de Jaén. Pedimos al Señor, en presencia de estas imágenes tan veneradas de Nuestro Padre Jesús y de la Santísima Virgen de los Dolores, por la protección y defensa de la vida en nuestra sociedad, por su respeto y apoyo desde el primer momento de su concepción hasta su conclusión natural.
La ciencia afirma, cada vez con más fuerza y fundamento, que desde el momento de la fecundación comienza una vida humana, original e irrepetible, que ha de ser acogida, respetada y amada. Esa vida, con su historia y destino únicos, pasa por diversos momentos y situaciones, sobre todo en sus momentos finales. Siempre tiene un valor sagrado. Y nadie, nunca ni por ningún motivo, puede violarla. Al contrario, todos hemos de reconocer, respetar, apoyar y promover.
2. Comienza la vida de Jesús, Verbo Encarnado
En la escena de la Anunciación, tiene lugar en realidad el comienzo de una vida humana, muy singular, la del Hijo de Dios e hijo de María, el Verbo Encarnado, con el que ha llegado a la humanidad la salvación.
La liturgia nos presenta en el Evangelio de San Lucas (Lc 1, 26-38) la narración de este acontecimiento. Se trata, como bien sabemos, de una página trascendental para la historia de la humanidad. Es un relato inagotable que prepara para su comprensión la primera lectura proclamada del Profeta Isaías, dirigiéndose al Rey Acaz y, lo mismo hace el pasaje de la carta a los Hebreos, que nos muestra la actitud con que Cristo entró en el mundo. (Is 7, 10-14; Heb 10, 4-10)
Isaías se dirige a Acaz y le invita a pedir un signo extraordinario a Dios. Acaz rechaza la invitación. Ante esta postura, Dios toma la iniciativa y, en su misericordia, dirá por Isaías: “Escucha casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a Dios? Pues el Señor os dará una señal.” Y, ¿cuál fue esta señal extraordinaria de Dios?: Una concepción y el nacimiento de un niño, con un nombre prometedor, Emmanuel, Dios-con-nosotros. “Mirad -dice Dios por el Profeta- la virgen está encinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros.”
La Anunciación del Señor es el complemento de esta profecía. Contemplemos una vez más tan extraordinaria escena: Dios envía al ángel Gabriel a una virgen prometida en matrimonio a un hombre de la casa de David, llamado José.
– El ángel entra donde ella y le dice: “Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo.” Llena de gracia por el amor generoso de Dios, a quien sería su Madre. María no es consciente de ello y se turba al oír estas palabras, pero reflexiona y pregunta al ángel el sentido y alcance del saludo.
– Y el ángel le hace el siguiente anuncio: Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. Él Señor Dios le dará el trono de David su Padre, para que reine sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.”Es decir, ha llegado el momento del cumplimiento de las promesas mesiánicas.
– María no duda del anuncio pero quiere saber cómo tendrá lugar, ya que no convive con un varón y el ángel le anuncia cómo sucederá: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.” Será obra del Espíritu Santo, sin relación conyugal. Por eso, “el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios”. Así estaba anunciado ya en el salmo: “Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado”, pero se desconocía el tiempo y el modo en que iban a realizarse estas predicciones.
– María, abierta plenamente a la Palabra de Dios, no duda en absoluto del poder y bondad de Dios y responde, desde su profunda fe y humildad: “Aquí tienes a la esclava del Señor, que se cumpla en mí tu Palabra.”
3. Así tuvo lugar la Encarnación del Hijo de Dios quien diría un día públicamente: Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Cuando se deforma por tantos medios la verdad sobre el valor y respeto a la vida y contemplamos con dolor y preocupación los ataques frontales e interesados contra este derecho fundamental y la amenaza de nuevos pasos, que se anuncian bajo el sofisma de progreso y modernidad, urge decir que no es derecho de nadie poder interrumpir una vida, ni adelantar una muerte. Eso es matar y que no se utilicen términos como derecho a la salud reproductiva o semejantes, porque los derechos son del no nacido, que es ya persona y de nadie más.
Toda norma que deje desprotegido el derecho fundamental del niño aún no nacido, desde las primeras fases de su desarrollo, siempre conllevará una grave injusticia y una violación a los derechos fundamentales de la persona. Será, por tanto injusta.
La verdadera justicia, por el contrario, pasa por la ayuda eficaz e integral a la mujer embarazada para que pueda alumbrar al hijo. Esta deberá ser siempre la tarea fundamental de la sociedad, de la Iglesia, de todas las instituciones y de los particulares.
4. Queridos fieles: el “aquí estoy para cumplir tu voluntad” que pronuncia Cristo al entrar en el mundo, según hemos escuchado en la Carta a los Hebreos, es equivalente a las palabras de María al Ángel: “Aquí tienes a la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.”En el camino cuaresmal, hacia la Pascua de este año, el Señor espera de nosotros una respuesta personal semejante de disponibilidad, humildad y generosidad. Caminar con Nuestro Padre Jesús y María Santísima de los Dolores, junto a quienes nos necesiten, orar y defender la vida, apreciar la nuestra para desgranar nuestros días en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Que así sea.
Catedral de Jaén, 25 de marzo de 2009