Carta pastoral del Cardenal Arzobispo de Sevilla Mons. Amigo Vallejo. El día que juntéis vuestras manos seréis un solo pueblo y Dios hará resplandecer entre vosotros la paz. Estas palabras son como una profecía. La paz llegará cuando todos los hombres y mujeres del mundo comprendan que quien está a su lado es un verdadero hermano.
Esperamos que llegue ese día, pero mientras tanto, los números nos aterran, porque detrás de cada cifra hay muchos hombres y mujeres que pasan hambre, que no tienen trabajo ni casa; están esos niños, casi sin posibilidad de vivir, a los que se cierra la oportunidad de una educación, de un desarrollo personal adecuado. Esta situación está haciéndonos llegar el grito desgarrador de millones de hombres y mujeres que esperan, pero que no acaban de ver llegar la ayuda que necesitan.
Manos Unidas ha oído ese clamor de los pobres, se ha puesto en camino, busca y envía recursos para alimentar a las poblaciones, para llevar a cabo proyectos para el desarrollo: levantar escuelas y hospitales, ayudar a las familias, denunciar tanta injusticia… Pero no con vanos discursos llenos de palabrería, sino poniéndose a trabajar, uniendo las manos de unos y de otros. Y las de todos con las de Dios.
Los resultados son muy satisfactorios. Cada año crecen los voluntarios, los recursos y los proyectos realizados. Todo ello nos indica que es posible la esperanza. En el conjunto de un problema tan grande y universal, como es el hambre, puede parecer una insignificancia. Pero, con relación a los escasos medios con los que contamos, casi un milagro.
Todo ello es posible gracias a Dios, que quiere cuidar de sus hijos, y que despierta en nuestros corazones el deseo eficaz de compartir. Pero también hay que agradecer a quienes, desde la Delegación Diocesana de Manos Unidas nos van recordando la obligación que tenemos de considerar a los necesitados como propios hermanos.
La Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo cumple cincuenta años. Una labor ingente llevada a cabo con el mejor y más generoso espíritu. Son muchos los proyectos realizados, pero aún mayor es el bien que se nos ha hecho, al sensibilizarnos a todos con la responsabilidad de sentirnos unidos a los hombres y mujeres que pasan hambre, y empujarnos a la práctica de la justicia y de la caridad cristiana. Que Dios bendiga y se lo pague a tantos y tantos dirigentes y voluntarios de una organización modélica y de un espíritu cristiano ejemplar.
Pido al Señor que esta nueva campaña contra el hambre en el mundo supere a las anteriores, tanto por el número de proyectos que se puedan asumir, como por la autenticidad cristiana que guía el buen espíritu de Manos Unidas.
Que Dios os bendiga.
+ Carlos, Cardenal Amigo Vallejo
Arzobispo de Sevilla