Año Jubilar de San Francisco Solano

Carta de Mons. Asenjo con motivo del Año Jubilar de San Francisco Solano. Queridos hermanos y hermanas:

El Papa Benedicto XVI ha concedido a nuestra Diócesis un Año Jubilar con motivo del IV Centenario de la muerte de San Francisco Solano. Su proyección no sólo diocesana, sino universal, me sugirió la conveniencia de no reducir esta celebración a la ciudad de Montilla, que lo vio nacer, sino procurar que enriquezca a toda la Diócesis. Por ello, pedí al Santo Padre la gracia del Año Jubilar en todo el ámbito diocesano, don que yo le agradezco de corazón, pues el Jubileo nos ayuda a acercarnos más a Dios, fortalecer nuestra fe y nuestro compromiso apostólico y renovar nuestra comunión fraterna y nuestro servicio a los pobres.

Esta efemérides, cuya celebración iniciaremos el próximo 14 de julio, nos permite volver la vista con gratitud al pasado para contemplar nuestro rico patrimonio de santidad, concretado en este caso en la figura gigantesca de San Francisco Solano. Nos invita también a mirar con esperanza al futuro en este año de gracia, en el que podremos lucrar la indulgencia plenaria, que el Papa nos ha concedido, ahondando previamente en nuestra conversión, en la vuelta a Dios y a nuestros hermanos, fortaleciendo nuestra amistad e intimidad con el Señor y la práctica de las buenas obras.

San Francisco Solano nació en Montilla el 10 de marzo de 1549 en el seno de una familia cristiana. Fue bautizado en la Parroquia de Santiago. Su infancia y adolescencia transcurren entre el colegio de los Jesuitas, el trabajo en el campo y las obras de caridad, siempre a la sombra de San Juan de Ávila. A los veinte años toma el hábito franciscano en su ciudad natal, ordenándose sacerdote en el monasterio de Ntra. Sra. de Loreto de Espartinas, Sevilla. Después de dar testimonio en diversos conventos andaluces de su edificante piedad y fervorosa caridad, en 1589 solicita a sus superiores que lo envíen a América como misionero. Perú, Argentina, Bolivia, Paraguay y otras naciones hispanoamericanas, conocieron su fe que movía montañas, su amor a Jesucristo y a la Santísima Virgen, su vida de oración y penitencia, su humildad, su alegría sobrenatural, su amor a los pobres, su ardor apostólico, su celo por la salvación de las almas y sus innumerables milagros.

Dotado de una extraordinaria elocuencia y de grandes dotes para la música, fue sembrador de paz entre nativos y españoles y todavía en vida gozó de una extraordinaria veneración. Su cruz y su rabel le acompañaron siempre por toda la rosa de los vientos de la América hispana, llevando a sus oyentes al “buen Dios”, como él le llamaba. Murió en Lima el 14 de julio de 1610, mientras los pájaros cantaban en la ventana de su celda y sus hermanos le recitaban el Credo. Lima lloraba y las campanas de Ntra. Sra. de Loreto (Sevilla) repicaban misteriosamente. El hecho de que en su entierro su féretro fuera llevado por el Virrey y el Arzobispo de Lima nos revela la profunda influencia en aquella sociedad de aquel que allí por donde pasaba le llamaban “El Santo”, dejando siempre el buen olor de Cristo.

San Francisco Solano tiene mucho que enseñar a sus paisanos de Montilla y a todos los cordobeses. Nos recuerda nuestro compromiso apostólico en el anuncio de Jesucristo a nuestro mundo con obras y palabras. Nos recuerda también que nuestros dos amores deben ser el Señor y su Madre bendita, y que todos, niños, jóvenes, adultos o ancianos, estamos llamados a la santidad. Nos enseña además a entregar la vida por todos nuestros hermanos, sin mirar la raza, lengua o condición social. Nos enseña, por fin, a adentrarnos en la profundidad del silencio orante y en el gozo que no se puede contener y que nos hace cantar y danzar de alegría por ser hijos muy amados de Dios.

La huella de este preclaro franciscano, que vivió heroicamente los consejos evangélicos, no sólo quedó patente en la ciudad de Córdoba, en Montilla y sus alrededores y en la comarca de Montoro. El buen olor de su santidad llenó también algunos lugares de Sevilla y Granada. Pero sobre todo es en América Latina donde su fragancia sigue viva aún en tantos y tantos pueblos, ciudades, templos e instituciones que lo invocan como patrón o titular.

Por la vida de San Francisco Solano, el Santo, como lo conocen los montillanos, por su obra, por su herencia y por el testimonio de este hijo preclaro de nuestra Iglesia, convoco a toda la Diócesis a vivir con intensidad el Año Jubilar en Montilla del 14 de julio de 2009 al 14 de julio del 2010. Confío en que desde las Delegaciones y Secretariados, parroquias, movimientos, hermandades y cofradías se organicen peregrinaciones a la casa natal de San Francisco Solano, hoy parroquia, para alcanzar la abundancia de gracia y misericordia que el Señor derramará sobre nosotros a través del Apóstol de América.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Administrador Apostólico de Córdoba

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