Carta del obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca
La liturgia de la Iglesia nos va preparando para las fuertes experiencias de fe que nos esperan, entre ellas la solemnidad de Cristo Rey, Señor de la historia y Salvador nuestro, en el que se recapitulan todas las cosas. Otra experiencia de fe será el comienzo del Adviento, como tiempo de preparación para la Navidad. Veamos con qué sencillez nos regala la Palabra el mensaje del Señor que despierta nuestras vidas para que descubramos las sendas iluminadas que nos prepara, los proyectos de salvación que tiene reservados para sus hijos. Sí y estas cosas no son por casualidad, sino porque el Señor nos conoce y sabe que hay mucha gente que anda pensando que su vida es un infierno, que les ha tocado afrontar desgracias y problemas que les superan. ¿Nos quedamos con los brazos cruzados los cristianos? Si de verdad hemos escuchado estas lecturas tendremos razones para salir al encuentro de los abatidos para ayudarles, especialmente al ver la fortaleza de la madre e hijos que dieron la vida por defender su fe, como nos cuenta la primera lectura. Para ellos no habían sufrimientos tan grandes que fueran capaces de quitarles la fidelidad a Dios, incluso en situación de muerte, y resistieron ejemplarmente, porque esperaban que Dios cumpliría su palabra y les concedería participar de la resurrección. A esto se le llama esperanza.
De esperanza habla san Pablo en la segunda lectura, cuando dice que el Señor nos ha amado tanto que nos regala un consuelo permanente y una gran esperanza para tener la seguridad de vernos libres de todo mal. A propósito de esto, todos conocemos la vida y tormentos que pasó el cardenal vietnamita, Van Thuan, cuando fue injustamente condenado por ser cristiano. Fue encarcelado durante trece años, de los cuales, nueve estuvo incomunicado en su celda. En esta circunstancia rezó y escribió mensajes a su gente en pedazos de papel que fueron sacados en secreto y más tarde publicados. El tema constante de sus escritos era la esperanza. Una vez explicó que el cristiano está llamado a dar testimonio de la esperanza en la salvación que nos ofrece Jesucristo. “Los cristianos –dijo– son luz en la oscuridad, sal para una vida sin sabor y esperanza en medio de una humanidad que ha perdido la esperanza”. Después de escuchar estos testimonios, estamos en condiciones de responder a la pregunta que nos hicimos más arriba: ¿nos cruzamos de brazos ante el dolor de la gente? Es evidente que no. Un cristiano tiene la solución: agarrarse al Señor fuerte y confiar en Dios que es fiel. Pero, alguien me dirá que hay gente que no tiene fe, que qué puede hacer, pues ya sabes la respuesta: ¡háblale, dile quién es Dios, anúnciale el Evangelio para que pueda tener el privilegio de saber esperar, de tener esperanza! Nosotros esperamos que se cumpla la promesa de Cristo, que tendremos vida eterna (Jn 6,47.54). Lo que esperamos como cristianos ya se ha cumplido, porque Cristo ha muerto y ha resucitado y Cristo volverá. Lo que esperamos para el futuro, el cielo y la vida eterna, la salvación y la redención, ya está garantizado. La oración es la gran escuela para crecer en esperanza.
Hoy celebramos el Día de la Iglesia Diocesana, seguro que no hay que decir nada más, pero por si alguien lo necesita, hay que ayudar a sostenerla. Gracias por vuestra ayuda y por vuestras oraciones.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena