La profesora de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, Mariela Martínez Higueras, OP, ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo XVI del Tiempo Ordinario (Mc 6, 30-34).
Las idas y venidas eran tantas, tan “ruidosas” y ajetreadas, que no encontraban tiempo ni para comer. ¿Cómo es posible que el ajetreo de la vida de los discípulos no les permitiera ni siquiera buscar un hueco para nutrirla? ¡Calma! Jesús les invita a parar, a descansar, a hacer silencio, a reposar.
El Maestro de Nazaret, que sabe lo que necesitamos, también nos invita en este tiempo a detenernos de tantas “idas y venidas”, a estar a solas, a desconectar nuestra vida permanentemente hiperconectada. Y es que nada hay tan reparador para el ser humano como hacer silencio, dejar “a la puerta” los ruidos externos e internos, y abrírsela a la calma, al sosiego, a la respiración profunda y pausada. Solo así podremos “re-colocar” nuestras piezas “des- colocadas” de tanto “correr sin freno de un lado para otro”, y dejar que la luz ilumine nuestras oscuridades: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79).
Entonces, ya con las fuerzas reparadas y la vida “re-energetizada”, podremos encaminarnos hacia nuestros hermanos y hermanas, percibir que andan “como ovejas sin pastor”, compadecernos de ellos y, desde la misericordia, aproximarnos para ofrecerle el humanizador y salvífico proyecto de Jesús de Nazaret. Como decía Teresa Titos: “Tomad las cosas con calma que lo contrario es quitarse la vida y ahora no es tiempo de morirse, que cada uno hace falta en su puesto”.