El Tiempo Ordinario nos invita a vivir lo ordinario de forma extraordinaria
Vuelven los domingos del Tiempo Ordinario, centrados principalmente en la vida pública de Jesús. Este tiempo no celebra grandes solemnidades, pero nos invita a vivir lo ordinario de forma extraordinaria. Nos invita a desarrollar esos tres hermosos destellos que configuran nuestros afanes y quehaceres: «Caminantes, sembradores y testigos». Caminantes hacia la Casa del Padre, con la hoja de ruta marcada por los valores del Evangelio, conscientes de que en la vida no hay caminos maravillosos sino caminantes maravillados. Sembradores con el estilo que marcaran los famosos versos de sor Cristina de Arteaga: «Sin saber quien recoge, sembrad, / serenos, sin prisas,, / las buenas palabras, acciones, sonrisas». Y testigos, refrendando con nuestras vidas la Palabra, la semilla de Dios, arrojada a los surcos abiertos de una tierra que esconde vitalidad, engendra vida.
Hermosa parábola del evangelio en este domingo para vivir este Tiempo Ordinario, tiempo de «letra pequeña», como el grano de mostaza que crece, echa ramas y los pájaros anidan a su sombra. Y una especial reflexión para todos los sembradores: «Lo primero que tenemos que interiorizar en nosotros es que nuestra tarea es sembrar, no cosechar. No vivir pendientes de los resultados. Y lo segundo, que los comienzos de toda siembra siempre son humildes. Más todavía si se trata de sembrar el proyecto de Dios en el ser humano. «Alza la mano y siembra, con un gesto impaciente, en el surco, en el viento, en la arena, en el mar…».
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