Carta Pastoral del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.
Entramos de lleno en el tiempo de adviento, en el que María ocupa un puesto central, porque lleva en su vientre virginal al Hijo de Dios hecho hombre, que nos lo va a dar en la Nochebuena hecho niño en Belén. El tiempo de adviento es tiempo mariano por excelencia, tiempo de María, tiempo para vivirlo con María, la que nos trae al Salvador.
Ella lo ha engendrado en su vientre virginalmente, es decir, sin colaboración de varón. El hijo de sus entrañas ha brotado milagrosamente sin semilla humana, sino por la abundancia de vida que encierra su corazón. Una abundancia pletórica que la hace virgen, a imagen del Padre eterno que engendra virginalmente a su Hijo divino en la eternidad. Una abundancia de vida que le viene del Espíritu Santo, del amor de Dios que la envuelve plenamente. Virgen purísima y madre de Dios.
Dios se ha volcado con María, dotándola de todas las gracias. Era lógico y me parece muy bien que lo haya hecho, porque podía. Si además, nos la da por madre, mejor para todos tener una madre así. La ha librado del pecado preventivamente, antes de contraerlo. La victoria de su Hijo sobre el pecado se ha aplicado a ella en primer lugar. María es fruto adelantado de la redención. María es la primera redimida, la mejor redimida, la redimida de un modo singular. Llena de gracia, está libre de todo pecado, incluso del pecado original con el que todos nacemos. Ella, ni eso. Ni tampoco los pecados personales, ni mortales ni veniales. Todo gracia.
María siempre dijo sí a Dios. Qué belleza. Un alma transparente como el cristal a la luz de Dios, sin mancha ni niebla, sin sombra ni ruptura. Siempre pendiente de Dios y de sus planes para secundar la voluntad de Dios en todo momento. He aquí la belleza del alma de María, que sin duda se reflejaba en su cuerpo armónico, atractivo. Guapa, es el piropo andaluz más frecuente al dirigirse a María. Y lo es, porque está llena de gracia.
La fiesta de la Inmaculada es para alegrarse con María, porque Dios se ha preparado esta Madre para dársela a su Hijo divino, que se hace hombre verdadero al nacer de María. La fiesta de la Inmaculada nos trae además a la diócesis de Córdoba cinco nuevos diáconos, flamantes al estrenar su consagración al Señor, como María, totalmente para Jesús y sólo para él.
Daniel-Ramón, Pedro, Pablo, José Luis y Florencio son consagrados mediante el sacramento del Orden en el grado de diáconos, para representar a Cristo Siervo de Dios y de los hombres. Clerici cordubenses, como San Juan de Ávila, en este año jubilar. «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado a proclamar el Evangelio a los pobres» (Lc 4). Un paso definitivo hacia el presbiterado que viene a continuación.
Toda la Iglesia se alegra. El Seminario, el presbiterio de Córdoba, la familia, los amigos, tantas personas que se van a beneficiar de su ministerio. Es un regalo precioso de la Inmaculada, para ellos y para todos nosotros. Por el sacramento del Orden, adquieren nuevos compromisos: la oración de las Horas y el oficio divino, el ejercicio del ministerio en favor de todos, particularmente de los necesitados, la consagración de su corazón al Señor en el celibato o castidad perfecta para toda la vida, la meditación y asimilación de la Palabra de Dios para ser predicada con la autoridad de Cristo y en nombre de la Iglesia. Podrán administrar casi todos los sacramentos, aunque no pueden decir Misa ni confesar todavía. Es un paso inmediato para ser presbíteros, tal como se sienten llamados por Dios. Oremos por todos y cada uno. La fidelidad a Dios es gracia que se merece cada día, pidiéndola humildemente. «El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino de los cielos», dice el Señor (Lc 9,62). Pidamos que estos jóvenes se entreguen al Señor del todo e irreversiblemente, y saldremos ganando todos. Y que otros jóvenes como ellos se decidan a seguir al Señor, como María.
Adviento, Inmaculada, Órdenes sagradas. Son muchas gracias de Dios de un golpe. A prepararse para la Navidad, que es Dios con nosotros en su Hijo hecho hombre. La Navidad que es solidaridad del Hijo con toda la humanidad, con cada uno de nosotros. La Navidad que nos viene de la mano de María la Virgen. La Navidad que se anticipa en este precioso regalo de cinco diáconos para la Iglesia, para la diócesis de Córdoba.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba