«Educamos entre todos» continúa una semana más con este artículo centrado en la perseverancia
El autor que inspira estos artículos se pregunta: “¿Qué significado puede tener hacer un elogio de la perseverancia cuando parece completamente erradicada de nuestro léxico, al tiempo que asistimos al triunfo de palabras novísimas como flexibilidad, movilidad, eventualidad o negociación?”. “Sospecho que nos hemos desentendido de ella en una cultura dominada por lo provisional, que usa y abusa de los contratos temporales, y a veces ni siquiera eso, tanto en las relaciones personales e íntimas como en un ambiente social más amplio”.
“Durante generaciones, la perseverancia hacía referencia a un modo de vida, a la actitud moral de quien se mantiene fiel a su camino y a sus convicciones, aun previendo que eso tiene un coste… La perseverancia significaba no dejar a la mitad la obra comenzada, insistir con todas las fuerzas y no cejar hasta el final”. No significa ser cabezota, ni cumplir con lo que uno se ha propuesto por el hecho de haberlo decidido, sino de vivir con la fuerza que da la esperanza de un objetivo espiritual o material que nos lleva a una meta. Una meta que dignifica la existencia, que nos lleva a persistir en el bien y a cumplir la voluntad de Dios. Como nos aclara Santo Tomás, la perseverancia es una insistencia estable y permanente en lo que uno ha emprendido con razón.
“Vivimos en un tiempo en que nos violenta hablar de metas… se desconfía de la bondad de los caminos largos y arduos, como son los de toda persona y toda sociedad digna de este nombre”. Pero todos sabemos, por experiencia, que lo que vale la pena, lo que dura para siempre y nos llena de verdad, lleva su tiempo, su lucha, requiere constancia ante las dificultades que siempre se presentan.
“la constancia enseña la resistencia a los impedimentos externos, aquellos con los que ya contábamos y los que, siempre desde el exterior, nos asaltan bruscamente. El arte de la perseverancia es otro. Tiene que ver con las dificultades internas, inherentes al camino o a la decisión tomada. El arte de la perseverancia no es un combate de determinados días o estaciones: es, eso sí, un combate en todo momento y en todas las etapas que transitamos. Un combate interior para mantener en el tiempo ya la duración, ya la intensidad de lo prometido: una tare, un deseo, un compromiso, una palabra, una amistad o un amor”.
Necesitamos una educación orientada hacia la perseverancia, hacia esta virtud que nos ayuda a alcanzar las metas que merecen la pena en la vida.
Tomado de José Tolentino Mendonça
“Pequeña Teología de la lentitud” (Fragmenta Editorial)
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