Visita pastoral a la parroquia de Ntra. Sra. de la Paz (Zalea)

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Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la visita pastoral a la parroquia de Ntra. Sra. de la Paz (Zalea) celebrada el 26 de marzo de 2015.

VISITA PASTORAL

A LA PARROQUIA DE Nª Sª DE LA PAZ

(Zalea, 26 marzo 2015)

Lecturas: Gn 17, 3-9; Sal 104, 4-5.6-7.8-9; Jn 8, 51-59.

1.- Hemos escuchado en la primera lectura que hay un diálogo entre dos personajes: Dios, por una parte, y Abrahán. ¿De qué hablan Dios y Abrahán? ¿Recordáis lo que pidió Dios a Abrahán? Le pidió algo muy difícil: que sacrificara a su hijo, que le entregara a su hijo. Pero, al final, el Señor aceptó del interior la ofrenda de Abrahán y dejó a su hijo con vida. Y entonces, hizo un pacto con él, hizo una alianza.

Fijaros que tenía un hijo y le pidió que lo sacrificara. Además, le había prometido Dios a Abrahán que sería el padre de muchas personas, de muchos pueblos, de mucha gente: «Ésta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos» (Gn 17, 4-5).

En ese diálogo, Abrahán se fía de Dios y Dios le pide que le responda y confíe en Él, en ese pacto, alianza o acuerdo, que hace con Abrahán, porque Dios quiere ser el Dios de Abrahán.

2.- Abrahán vivía con gente que tenía otros dioses y Dios pide a Abrahán que Él sea su Dios, que adore sólo a Dios y se olvide de los otros dioses. Abrahán intenta cumplir la promesa y recibe de Dios lo que le había prometido: «Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua» (Gn 17, 7). Dios regala a Abrahán ser padre de un gran pueblo, le da bienes, le da ganados, lo convierte en un gran pastor, le da, con creces, lo que necesita para vivir; «Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios» (Gn 17, 8). Y Abrahán sigue esa invitación del Señor.

Pero, ¿qué nos enseña ese diálogo de Dios con Abrahán? ¿Os imagináis que Dios quiera hacer un pacto con vosotros? ¿Qué os pediría Dios? ¿Qué os pide Dios a cada uno de vosotros? (Respuesta de los niños: “que me comporte bien, que no diga palabrotas, que no pegue, que no me pelee, que respete a los demás, que obedezca a los padres, que no engañe, que sea bueno, que respete a Jesús, que no mate, que no robe…”). ¡Cuántas cosas os dice!

3.- Y, el Señor ¿qué os da a cambio de todo esto? ¿Él que os promete si hacéis eso? Esto es un acuerdo, un pacto como el que hacen los papás y las mamás con vosotros. Os dicen: «si te comportas bien, puedes ver los dibujos animados de la televisión»; «si haces los deberes de la escuela, te puedes ir a jugar al patio»; «si eres bueno, te daré algún regalo»… Hay unas cosas que no se las prometéis si se comportan bien y que se las dais siempre, ¿qué es? (Respuesta de las madres y los niños: “el alimento, la comida, el amor, el cuidado…”). Los pactos que hacéis son de cosas superfluas, es decir, les dais algo material o superficial, si hacen algo bien. Pero de todo eso se podría prescindir.

Sin embargo, hay cosas que no podéis dejar de dar a vuestros hijos, como es el alimento para que puedan crecer, la educación en el colegio para que puedan formarse, el cuidado médico si está enfermo, o la ropa para vestirlos… y todo esto lo hacéis por amor.

A ver, ¿qué os han dado vuestros padres? (Respuesta de los niños: “una revista, la ropa, ir al parque, el amor…”) Y hay otra cosa mucho más importante que os han dado vuestros padres (Respuesta de los niños: “la vida”). Fijaros que regalazo más grande: os han dado la vida, lo más importante.

4.- Dios, a través de nuestros padres, nos ha regalado la vida. Los que estamos aquí ahora estamos vivos porque Dios quiere; podríamos no estar aquí esta tarde. Luego hay cosas muy importantes como la vida. Pero hay otro regalo que también nos hace Dios: la vida espiritual. Vuestros padres os han hecho cristianos. Vuestros padres han pedido a la Iglesia bautizaros y os han hecho hijos de Dios, nada más y nada menos. Esto es más que ser hijos de reyes o de emperadores.

Ante esto, ¿qué nos pide el Señor a cambio? Al amor que Dios nos tiene, nos pide que correspondamos con amor. Al amor de vuestros padres, os pide que correspondáis a vuestros padres con amor.

Por eso, comportarnos mal con los padres, con los hermanos o con los demás, es algo que Dios no quiere, porque Él nos ha amado mucho antes que nosotros le amemos; del mismo modo que vuestros padres lo han hecho con vosotros.

5.- A ver, ¿quién ha amado primero: vosotros a vuestros padres o vuestros padres a vosotros? (Respuesta de los niños: “nuestros padres a nosotros”). Si vuestros padres no os hubieran amado primero, no estaríais en el mundo.

Y, ¿qué nos pasa con Dios? Pues lo mismo, Dios nos ha amado antes de que naciéramos y nos sigue amando.

El Señor hizo alianza con Abrahán: «Por tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes en sucesivas generaciones» (Gn 17, 9). La alianza que hizo Dios con Abrahán fue distinta a la que hizo después con otros personajes bíblicos: los profetas, Moisés, Noé…, la hizo, también, con Jesucristo. Y esa alianza con Jesús, que es la definitiva, la quiere hacer con cada uno de nosotros.

Conclusión, ¿cómo tendríamos que comportarnos con las personas que nos aman? (Respuesta de los niños: “bien”). A ese «bien» hay que ponerle un verbo: si yo soy amado a mí me toca… (Respuesta de los niños: “amar”). Pues, como Dios nos ama, nos toca… (Respuesta de los niños: “amarle”). Como nuestros padres no aman, nos toca… (Respuesta de los niños: “amarlos”). Esa es la alianza de amor. Y Dios quiere hacer una alianza de amor con cada uno de nosotros. Jesús dice: «Quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre» (Jn 8, 51).

6.- Por tanto, venir a la Iglesia, o tener fe, o aprender en la catequesis, o comportarse bien, eso no es porque sí, porque lo diga el cura, la catequista o papá o mamá; eso es en agradecimiento a Dios que nos ama y a nuestros padres que nos aman.

Pues ese es el pacto, o alianza, que nosotros vamos a hacer, primero con Dios y después con nuestros padres. Como somos amados, hemos de corresponder amándoles.

Por tanto, el hacer las cosas bien, el cumplir los diez mandamientos, no es por cumplir unas normas sólo, es porque nos ayuda a corresponder con amor.

Vamos a proseguir ahora la celebración y vamos a pedir al Señor que nos ayude a vivir como Él desea que vivamos.

También se lo vamos a pedir a la Virgen. ¿Cómo se llama esta parroquia? (Respuesta de los niños: “La Virgen de la Paz”). Pues vamos a pedirle a la Virgen de la Paz, que es la Madre de todos, la Madre Jesús, que nos la regaló como Madre, que nos ayude a comportarnos con amor. Amén.

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