Administración del bautismo (Parroquia San Andrés-Valencia)

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Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la administración del bautismo (Parroquia San Andrés-Valencia)

ADMINISTRACIÓN DEL BAUTISMO

(Parroquia San Andrés-Valencia, 9 mayo 2015)

Lecturas: Hch 10, 25-26.34-35.44-48; Sal 97, 1-4; 1 Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17.

1.- El Señor Jesús es el que nos llama para vivir la filiación divina. Las lecturas de hoy, del VI Domingo de Pascua, en el ciclo B, nos ofrecen precisamente el tema del bautismo, que es precioso.

«Dios es amor» (1 Jn 4, 8b), según la Primera Carta de Juan; pues bien, en vertical podemos decir que Dios ama al Hijo, el Hijo ama a los hombres y nos dice: «Amaos como yo os he amado» (Jn 15, 12). «Amaos como me ama mi Padre» (cf. Jn 15, 9).

En Juan, los términos son sinónimos: “Dios es amor”; amar significa conocer; el que conoce a Dios ama a Dios. Si no se conoce no se ama. Una persona no conocida no puede ser objeto de amor. A mayor conocimiento, mayor amor y mayor donación. Jesús nos ama, nos conoce y entrega su vida.

2.- Así es esta especie de analogía: Dios Padre ama, Jesucristo ama, nosotros amamos en la medida en que somos amados. Y dice Juan, ¿en qué consiste el amor?, ¿en qué nosotros amemos?, ¿en qué inicialmente parta de nosotros el querer a otros? Pues no. El amor humano, el hombre, es capaz de amar porque, inicialmente, es amado por Dios (cf. 1 Jn 4, 11). La experiencia del amor por parte del hombre le capacita después para amar.

El ejemplo que suelo poner es: ¿quién ama antes a quién: vuestros hijos a los padres, o viceversa? (Responden: “los padres”). Los padres por amor engendran a los hijos, los padres aman a los hijos. Los hijos inicialmente recibimos el amor, somos amados, como el ser humano es amado por Dios y amado por Jesucristo previamente. Antes de que nosotros le amemos a Él, Dios nos ama a nosotros.

3.- Si vuestros hijos no hacen experiencia de ser amados, los incapacitaréis para amar. La experiencia de ser amados por Dios nos permite amar a Dios y amar al hermano. Y la experiencia de amor lleva al conocimiento y el conocimiento lleva al amor.

Así que, como padres y padrinos, como comunidad cristiana, a los hijos, para los que pedís el bautismo, os toca hablarles de Dios, darles a conocer el amor de Dios, para que ellos conozcan y amen a Dios. Esto está así y no hay otra manera, no cabe otra forma. Aprendemos a amar siendo amados. Y aprendemos a amar conociendo a la persona, a Dios Padre, a Jesucristo, al Espíritu Santo y a los demás en nuestro caso.

4.- Antes decía Juan que veníais a la Iglesia a traer a Belén; por tanto, realmente, la incorporación de la Iglesia va unida a la filiación divina. Hasta ahora Belén es hija de Juan y María. A partir de ahora, además, profundamente y ontológicamente, será Belén hija de Dios. ¡Hay una diferencia! ¿Verdad? Hay una gran diferencia entre ser hija de Juan y María, y ser hija de Juan, María y de Dios.

Hay que animar a los padres a que regalen a sus hijos el don de la filiación divina. Regalarles el don de ser hijos adoptivos de Dios.

La diferencia entre nuestra filiación y la de Jesucristo: infinita. Jesús es el Hijo de Dios, no hay otro. Jesús es el Hijo de Dios por esencia, el Unigénito; si es unigénito no hay otro. Esencialmente Jesús es Hijo de Dios, el Hijo. Por tanto, es Hijo por filiación auténtica. Los demás somos hijos de Dios por participación, por unción del Espíritu. El Espíritu Santo nos unge, nos consagra, nos cristifica y nos hace hijos de Dios, pero hijos adoptivos o adoptados, no hijos auténticos o esenciales.

Eso es lo que vais a regalar hoy a Belén: el gran regalo del Espíritu, a través de la Iglesia, que la hace hija de Dios por unción. No es una herencia normal, es una transformación.

5.- Hemos dicho en la oración colecta inicial que estas fiestas de Pascua transforman nuestra vida, pues hoy la vida de Belén va a quedar transformada, porque va a quedar configurada a Cristo. Después, vendrá el signo de la luz, por el que tomaréis la luz del Cirio Pascual, para que quede iluminada por la luz de Cristo; va a quedar ungida por el Espíritu, va a quedar cristificada, marcada con el sello del Espíritu.

Haremos dos unciones: la “pre” y la post-bautismal. Esas unciones son importantes. Creo que todavía no hemos descubierto la importancia de lo que es ser ungidos por el Espíritu. Jesús fue ungido por el Espíritu. Jesús el Mesías, el Ungido, el Cristo, también fue ungido por el Espíritu. Y nosotros somos ungidos, en Jesús, por el Espíritu.

Ese es el gran regalo que vamos a darle esta tarde a Belén: hacerla hija de Dios a través del Espíritu, de modo que quede configurada, transformada, en una nueva vida. Se borrará el pecado original, quedará limpia, lo que será simbolizado en la vestidura blanca. Será una nueva criatura. Esto es un auténtico nacimiento a Dios. Es un re-nacimiento, porque ya nació a la vida natural y hoy le regalamos un re-nacer porque va a nacer de nuevo, nace a una vida nueva.

6.- Y eso tiene sus consecuencias. Hemos escuchado en la Primera Carta de Juan: «Quién no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor» (1 Jn 4, 8). «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi amor» (Jn 15, 9). Consecuencias: tenéis que educarla en el amor a Dios y en el amor al prójimo. Tenéis que educarla en los mandamientos de Dios, en la liturgia de la Iglesia, en la vida cristiana. Y esto como respuesta al don o regalo que hoy le vamos a hacer.

Hoy es un motivo de mucha alegría, es una gran fiesta que Dios haga a un ser humano hija suya, hija adoptiva, que quede configurada con Cristo, que quede ungida por el Espíritu. Como veis, es la Trinidad quien actúa siempre, los tres a la vez.

Va a entrar en el ámbito del amor. El amor transforma, el amor hace iguales, el amor da una nueva vida, el amor lo cambia todo. El amor es Dios. Vais a ponerla, humanamente hablando, en manos de Dios. Pero, padrinos y padres, tenéis un compromiso de vivir en el amor y ayudarle a que viva en este amor que hoy se le ofrece y se le regala.

Vamos a continuar esta celebración y a realizar estos gestos tan bonitos que tiene la liturgia bautismal. Amén.

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