La lucentina Lourdes Muñoz participó en la misión y reconoce que lo único que hizo fue “recibir” más que dar
¿Cómo surgió la idea de realizar un tiempo de voluntariado en Picota?
Porque Dios quiso. Tuve el gran regalo de verme envuelta en los preparativos de la JMJ 2011. En Lucena, de donde soy, se formó un grupo interparroquial de jóvenes en el que era la única madre que había, por lo que me adoptaron como madre y yo a todos ellos como verdaderos hijos. En principio me ofrecí a echar una mano pero al final acabé metida en todo y yendo a Madrid como una más. De todas esas reuniones, eventos para recaudar fondos y catequesis de preparación, surgió un gran cariño y amistad que perdura en el tiempo.
Dos de “mis niños” de esa aventura son Trini y Miguel, quienes al año siguiente me contaron con mucho entusiasmo que la Diócesis preparaba una misión en Picota, y que iban a participar en ella. Una vez despertado el espíritu misionero no hay quien lo detenga, ese entusiasmo hizo que yo quisiera formar parte con ellos de esa experiencia. El hombre propone y Dios dispone. Ese año no pudo ser porque Dios quiso, sin duda alguna, que fuese al año siguiente, con personas a las que no conocía, que se convirtieron en mi familia y tienen desde entonces una parcelita en mi corazón. Además también quiso que estuviese allí destinado el que hasta hacía pocos meses había sido mi párroco, pudiendo volver a trabajar codo con codo en otro lugar del mundo. Inmerecidos regalos.
¿Qué recuerdas de aquella experiencia misionera?
Que Jesús en el Sagrario es el motor de la misión y de la vida. Desde la primera vez que pisé la Delegación de Misiones para las charlas de formación misionera, me enamoré de ese Sagrario, tan íntimo y tan significativo, está en un habitáculo pequeño pero que contiene el mundo entero.
En la casa de Picota la misión comenzaba cada día en el Sagrario de la capilla, así nada podía fallar porque nos poníamos en las mejores manos. Al regresar cada tarde, a pesar del cansancio, era imposible irse a dormir sin estar un ratito con el Señor para darle las gracias de todo lo vivido. Dios está en todos sitios, pero tenerlo realmente presente en casa, era algo tan insólito y un privilegio tan enorme, que no podía dejar de estar ese tiempo con Él. Lo mejor de esos momentos era compartirlos con Mª Carmen “mi compi” de Sagrario.
Recuerdo cuando nos estábamos preparando para la misión, el miedo que tenia de no estar a la altura, porque el encargo de representar a Dios y a la Iglesia, me quedaba bastante grande. Mi experiencia hasta ese momento había sido dar catequesis a niños de primera comunión. Pero al llegar allí todos los esquemas que pudiese haber hecho se pusieron del revés, pensaba que iba a llevar algo y desde primera hora lo que hice fue RECIBIR.
¿Qué te enseñó la gente que te encontraste allí?
Me enseñaron la FE, la necesidad de buscar a Dios, a ser agradecida de todo lo que me regala cada día. Me encontré con personas que a pesar de tener muchas carencias materiales, sanitarias e incluso de alimento, son felices, dan testimonio con sus vidas del amor de Dios, ayudan a los demás y comparten lo que tienen contigo.
Que estuviésemos allí compartiendo tiempo de nuestras vidas con ellos habiendo dejado atrás a nuestras familias, era algo que agradecían hasta la saciedad y lo demostraban con innumerables muestras de cariño.
Algo que me llamó poderosamente la atención, es su forma natural de ver la muerte. Aquí no tenemos costumbre de que los menores vayan a un entierro y mucho menos al tanatorio. Allí con el difunto de cuerpo presente en su casa, los menores con toda normalidad entran y salen, se paran a su lado, algunos lo fotografían y lo acompañan al entierro con una banda de música; no es en absoluto una falta de respeto, todo lo contrario, es su manera de honrar su memoria y de ver la muerte como el paso a una vida mejor.
¿Cómo cambió tu vida al volver a tu vida cotidiana?
No fue necesario llegar a mi vida cotidiana. Antes de tomar el avión de regreso a Madrid estuvimos dos días en Lima, días para reponernos, en los que hicimos turismo piadoso, por lugares como: la casa de santa Rosa de Lima, la Basílica y Convento de Santo Domingo, donde están sus restos y los de san Martin de Porres, la catedral de Lima, etc., y nos sentíamos fuera de lugar, teníamos la sensación de haber dejado tanto por hacer que nos sentíamos mal al tener tiempo libre. Era algo muy frustrante.
Al llegar a casa, todo era contar y contar lo vivido. También dimos testimonio de la experiencia en algunas ocasiones. Pero es tan difícil hacer comprender a alguien lo que le cuentas sin vivirlo. Porque tenemos la suerte de no carecer de nada, y al no carecer de nada tampoco le damos importancia a muchas cosas que la tienen. Le digo a mis hijos que es una experiencia que debería tener todo el mundo una vez en la vida, así abriríamos la mente y valoraríamos las pequeñas cosas que no cuestan nada y nos dan felicidad.
Es para mí un orgullo que Lourdes, mi hija mayor, tenga la intención de que su viaje de fin de carrera sea ir de misión.
¿Mantienes todavía vinculación con la misión diocesana?
Me tienen a su disposición para lo que necesiten. Estuve a punto de participar en la misión de 2014, pero no fue así, aunque recibí la mejor parte, las charlas de formación de don Antonio Evans y conocer y compartir experiencias con sus participantes. Después he tenido la suerte de poder acompañar en su formación a dos personas de Lucena, Ana que ha participado en dos misiones, 2014 y 2017, año este último en el que también participó Gabriel. Allí me he reencontrado con mis compañeros de misión José Luis (el doctorcito) y Mª Carmen su esposa, Teresa, Sandra, Modesto y Ginés de Valenzuela siempre con su alegría contagiosa, unos por formar parte de la delegación, otros porque también acompañaban a alguna persona o simplemente estaban de visita, echando mucho de menos a Elena la “peque” del grupo, que fue para mí un gran apoyo.
Aprovechando la oportunidad les envió un saludo a todos y cada uno, sin olvidar a los sacerdotes que nos acompañaron en la misión y a los componentes de la delegación. Animo a todo el mundo a rezar por las misiones.
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