Celebramos en este año de 2021 el VIII centenario del nacimiento del rey Alfonso X el Sabio, que tuvo lugar en Toledo el 23 de noviembre de 1221. Sucede a su padre Fernando III el Santo en 1252 y estando muy vinculado a la historia de Sevilla, murió en esta ciudad en 1284, donde fue enterrado en la Capilla Real de la Catedral.
La Crónica de los Reyes de Castilla, obra de Jofré de Loaysa, al referir la muerte del monarca indica: “é despues enterránronlo en Santa Maria de Sevilla, cerca del rey don Fernando, su padre, é de la reina donna Beatriz, su madre”. Alfonso X había pedido reposar en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla o bien en el monasterio de Santa María la Real de Murcia, ciudad en la que se conserva actualmente en la Catedral su corazón, aunque el rey dejara escrito en su testamento que lo mandaran a Tierra Santa, “e que lo sotierren en Jherusalem, en el monte Calvario”.
El sepulcro de Alfonso X, similar al de su madre la reina Beatriz de Suabia, se sitúa en el arcosolio plateresco que se encuentra en el lado del Evangelio de la Capilla Real, obra de Martín de Gainza para cuyo diseño se inspira en diversas fuentes grabadas de la época, especialmente en el diseño de portadas de libros. Sabemos que en diciembre de 1552 ya estaban concluidos estos elementos por unos pagos efectuados en esta fecha a los entalladores que habían estado trabajando en ellos.
El conjunto está formado por dos cuerpos superpuestos. El primer cuerpo está delimitado por dos columnas en cuyo pedestal se han representado sendos niños sobre unas alas y con unas ramas, alegoría del paso del tiempo y de la fugacidad de la vida, y en su base aparece la urna que contiene los restos del soberano con la inscripción “ALPHONSUS”, sobre la cual se abre la hornacina donde se sitúa la estatua orante de Alfonso X, obra realizada en el año 1948 con motivo del VII centenario de la conquista de Sevilla por los escultores Antonio Cano Correa y Carmen Jiménez Serrano, quienes esculpen en piedra el conjunto, excepto la cara y las manos que son de alabastro. De dimensiones algo mayores que el natural, muestra al monarca de rodillas sobre un reclinatorio, con las manos unidas en oración y dirigiendo su mirada hacia la Virgen de los Reyes que se encuentra presidiendo el retablo del altar mayor. El manto que porta sobre sus hombros está adornado con castillos y leones.
Bajo la hornacina se sitúa una cartela de mármol negro con decoración de hojarasca en mármol rosa con una inscripción latina alusiva al rey sabio redactada por el jesuita Pedro de Esquivel. El segundo cuerpo, separado del anterior por un friso de grutescos con figuras femeninas sobre caracoles, frutas, hornacinas vacías, cabezas de querubines, caballos, etc., presenta un gran medallón, decorado con guirnaldas y cabezas de león, que contiene el escudo del reino de Castilla y León flanqueado por dos figuras de guerreros que sostienen la corona que remata dicho escudo. Aparecen además tres cartelas con las palabras “PAX”, “MEMO/RIA” y “VICT/ORIA”, entre las que se distinguen dos figuras de atlantes que apoyan sus manos en una calavera, símbolo de la muerte. Rodeando el medallón encontramos cuatro figuras femeninas alegóricas, representadas a la manera de matronas romanas que simbolizan como se indica en las cartelas que portan, “HO/NOR”, con una corona de laurel y una espada, “MA/IES/TAS”, con un sol y un cetro, “PRVD/ENTIA”, que lleva una serpiente y “FOR/TITUDO”, que porta una columna, virtudes todas ellas que ha de tener un buen soberano y que adornaban al rey sabio. Este cuerpo aparece rematado por un frontón triangular que contiene la imagen de un ángel con una trompeta que como indica la cartela que sostiene en su mano representa la Fama.
Como señala el profesor Alfredo J. Morales, todas estas alegorías representan “el triunfo de la fama y de la gloria sobre el tiempo y la muerte”.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
