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«La dependencia tecnológica es parecida al consumo de drogas»

Virginia Pérez, terapeuta y directora del programa de prevención de proyecto Hombre Málaga, nos explica el aumento de adicción a las pantallas debido a la situación provocada por la pandemia.

En el confinamiento iniciado en marzo creció exponencialmente el uso de las nuevas tecnologías de la información. ¿También la adicción tecnológica?
El uso de la tecnología ha aumentado debido a que las alternativas a realizar otro tipo de actividades de entretenimiento ha disminuido notablemente durante estos meses de pandemia. Si nos referimos al toque de queda que estamos viviendo actualmente, o si estamos en el momento de un confinamiento total, son escasas las actividades que realizar. Entonces las tecnologías se vuelven una forma de escudarse, esconderse, aferrarse a algún tipo de entretenimiento dentro de casa.

Jóvenes y mayores, ¿la esclavitud de las pantallas no entiende de edad o sexo? ¿Cuál es el perfil?
Dependiendo a qué tipo de pantalla o tecnología nos referimos sí hay un componente de género importante y es que los chicos suelen tener tendencia a escudarse más en los videojuegos y las chicas, a través de redes sociales. El perfil, en este caso adolescente, no tiene porque ser de familias desestructuradas, pero sí que hay una inexistencia o una falta de conocimientos por parte de las familias a la hora de establecer límites. Si lo comparamos con las drogas parece que en estas hay una mayor conciencia, y con las tecnologías, como forman parte de nuestro día a día, no hay tantas limitaciones, hay una falta de información. El desconocimiento va acompañado, además, del hecho de que los familiares no sabrían cómo limitar el uso de las tecnologías.

Son una ayuda en nuestro día a día. ¿Cuándo darnos cuenta de que existe un problema de dependencia con las tecnología?
La dependencia a la tecnología es parecida a la adicción del consumo de sustancias, es decir, uno de los criterios que se establecen para detectar la adicción es el tiempo de dedicación, se supone que a partir de tres horas diarias ya alertan de que puede haber un problema. Otro punto a tener en cuenta es, por ejemplo, si hablamos de los comportamientos y las consecuencias, es decir, aunque sea una hora solamente, el día que ya no se puede acceder esa hora al móvil o al videojuego o cualquier tecnología, la persona se pone más nerviosa, más angustiada, está más irascible e incluso puede haber momentos de agresividad. Evidentemente, como he dicho antes, cuando lo comparamos con la droga es prácticamente lo mismo, mi vida ya depende de ello y no sé funcionar con normalidad sin consumir. Todo esto debe llevarnos a una mayor educación, porque al final hay que tener en cuenta que las tecnologías forman parte del día a día, forma parte de la vida de las nuevas generaciones.

Ángela García Martínez

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