Convocados por la Conferencia Episcopal Española, fueron muchas las parroquias de nuestra Diócesis las que se sumaron, en la tarde de ayer, a la vigilia de oración por la vida, como gesto de denuncia frente a la ley de la eutanasia, que de forma más que probable, será aprobada en el Congreso de los Diputados.
En la Catedral de Jaén la vigilia estuvo presidida por el Obispo de la Diócesis, Don Amadeo Rodríguez Magro. A la misma acudieron un nutrido grupo de fieles, entre los que se encontraban la Delegada de Familia y Vida y el representante del Proyecto Raquel en la Diócesis.
Una ceremonia sobria y solemne, en la que se expuso el Santísimo Sacramento para su adoración. El Evangelio que se proclamó fue el del Buen Samaritano, después, el Obispo tomó la palabra para reflexionar sobre la vida.
Monseñor Rodríguez Magro comenzó su predicación diciendo que todos los que estaban congregados esa tarde en la Catedral y en las demás parroquias de la Diócesis, «somos un solo corazón creyente que se dirige a su padre Dios y pone en sus manos este mundo en el que vivimos», a lo que añadió, «hoy no ocultamos que nuestra preocupación y nuestra oración va dirigida al Señor, para que mueve los corazones de los políticos y no se apruebe la ley de la eutanasia, y si se aprobase, para que no llegue a la conciencia de los seres humanos, que nos debemos un profundo respecto, los unos a los otros, a la dignidad de la persona, respeto a la vida desde la concepción hasta la muerte natural».
El Prelado jiennense siguió su exhortación, aludiendo al Evangelio: «Hoy se nos dice, sed vosotros el buen samaritano», afirmó Don Amadeo, a la vez que recordó que «a los enfermos, como hizo el buen samaritano, hay que acompañarlos en la enfermedad y en la muerte, con medios y con cuidados paliativos». El Obispo expresó que «se nos invita a ofrecerle a las personas enfermas, todos los medios, los primeros los sanitarios, poner medios afectivos y también todos los espirituales. Por eso, hoy, le pedimos al Señor, especialmente en este tiempo de pandemia y fragilidad, que nuestra sociedad promueva la cultura de la vida, no la cultura del descarte, de la muerte. De un modo muy especial, vamos a pedir respeto para los enfermos, acompañamiento, sobre todo de los ancianos».
Para concluir su homilía, Monseñor Rodríguez Magro afirmo, «La muerte provocada no puede ser un atajo que nos permita ahorrar recursos humanos y económicos en los cuidados paliativos, en el cuidado integral. Hay que invertir en los cuidados en la etapa final de la vida, porque esta es la verdadera compasión».
Antes de la reserva del Santísimo se rezó la oración de la vida de San Juan Pablo II y se cantó a María, Madre de la Esperanza, para que en este tiempo de Adviento, haga que los hombres y mujeres de buena voluntad sigan apostando por la vida como don de Dios.
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