Luis Pacetti (Málaga, 1969) es tenor y profesor en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga. En marzo de este año fue ingresado en el hopsital por causa del Covid, que le tuvo 11 días en coma e intubado. Desde entonces ha vivido un arduo camino de superación agarrado a su pasión por la música, sus seres queridos y su fe.
58 días ingresado, 28 en UCI, 11 intubado en coma inducido… ¿Cómo fue la llegada del Covid a su vida, un 19 de marzo?
Ingresé en la clínica El Ángel ese día, después de haber estado cuatro en casa con síntomas: fiebre, tos… mientras no hubiera dificultad respiratoria, se nos indicaba que permaneciéramos en casa, con paracetamol. Gracias a Dios, el día 19 de marzo hablé con mi médico, la reumatóloga que me lleva una afección que tengo, Angelines Belmonte, y me indicó que me fuera para urgencias. Tras varias pruebas me dijeron que me quedaba ingresado. Esos cuatro días primeros fueron en una planta de hospitalización y me iba encontrando cada vez peor, sin poder hablar, con mayor dificultad para respirar, hasta para moverme… el doctor Gonzalo Bentabol me dijo que me iban a mandar a UCI para intubarme porque tenía una saturación de oxígeno muy baja. Allí empezaron 11 días en coma inducido, sin enterarme de nada; después 7 días despierto pero con una especie de vela con muy poco control sobre mí mismo a causa de la medicación, y a eso siguieron otros 10 días en UCI con plena consciencia, que son los que más sufrí, los que peor llevé porque me notaba realmente aislado, no podían entrar los enfermeros en el módulo de infecciosos (aún había muy pocos medios de protección), y aún así entraron en ocasiones porque son profesionales de un altísimo valor. En esos momentos te ves solo, que no puedes hacer nada; yo solo podía mover la cabeza y las manos un poquito, casi nada. Y te ves absolutamente indefenso, desvalido, eres prácticamente un despojo, sin la más mínima autonomía.
¿Cuáles fueron los hitos de este camino, de esta prueba?
Se corresponden con las necesidades básicas de la persona. En tu vida diaria no tienes en cuenta que tienes cubiertas una serie de necesidades que son muy importantes y a las que no prestas atención. Para mí, el hito con el que empecé a mejorar fue el empezar a comer. Fue todo un acto de rebeldía contra mí mismo, porque me daba mucha vergüenza hacerme mis necesidades encima. Me dijeron que me iban a tener que poner una sonda nasogástrica, y lo intentaron varias veces. Así que venciéndome a mí mismo, con muchísima dificultad, comí. Ese fue el inicio de la mejora. Después, el siguiente paso fue el primer día que pude ir al baño solo (cuarenta y tantos días después de ingresar en el hospital). Y lo máximo fue el día 50, en que con ayuda, pude ir a ducharme. Cuando sentí el agua, lloré. Fue tremendo. Luego han venido pequeños logros: montar en bicicleta estática, caminar un determinado tiempo, ir mejorando muscularmente. Lo principal ha sido lograr cosas que antes estaban garantizadas.
¿Cómo afecta este virus a la vida de alguien dedicado a cantar? ¿Pensó en algún momento que se había acabado?
Afecta y mucho. De hecho, siete meses después de haber salido del hospital no estoy al nivel de canto que tenía antes, y todavía no tengo claro que pueda estarlo, aunque los médicos me dicen que sí. Lo veo lejano. De la intubación durante once días se me ha quedado una pequeña falta de motilidad en la cuerda vocal izquierda, y aunque puedo hacer ciertas cosas, me cuesta trabajo. También se me ha quedado un poquito de falta de fiato («aliento» en italiano, que es como llamamos los cantantes a la capacidad aérea que tienes, y que te permite hacer frases más largas y con más potencia). Y esto es una enfermedad pulmonar, y se me han quedado algunas «cicatrices» en los pulmones. Todo eso lo noto. Todos los días pienso que se ha acabado, pero también todos los días pienso que tengo que seguir trabajando para mejorar, seguir haciendo cosas y ganándome la vida cantando.
La recuperación es larga… ¿cómo va evolucionando? ¿Cómo lo está consiguiendo?
Voy evolucionando bien, pero muy lentamente. Al principio los cambios eran muy rápidos, la evolución se notaba por días, pero conforme va pasando el tiempo, vas viendo que las evoluciones se ven ahora de semana en semana. Tienes que mirarlo con mayor perspectiva. Las secuelas que tengo son las pulmonares, que estoy trabajando con rehabilitación respiratoria; las musculares, de la postura de la UCI; y la que más me preocupa que es la vocal, la recuperación vocal. Si me dedicara a cualquier otra cosa, no tendría ningún problema, pero me dedico a cantar, y someto a un grupo muscular muy pequeño a una altísima exigencia, y ahí es donde se nota, como un atleta que puede andar perfectamente pero correr le cuesta. Lo estoy consiguiendo, sobre todo con la ayuda de mi mujer, de Dios, y tenemos mucha confianza en Él.
Justo por eso quería preguntarle. ¿Qué le sostiene en la lucha, espiritual y personalmente?
Varias cosas: el instinto de seguir haciendo lo que te gusta, lo que quieres hacer, lo que has hecho durante una grandísima parte de tu vida y te ha dado las mayores satisfacciones. Me sostiene mi mujer, Lourdes, que comparte conmigo trabajo (es soprano y también estuvo enferma en marzo, pero lo tuvo más leve y lo sufrió en casa), y que es una persona muy creyente, muy espiritual, muy rigurosa en sus oraciones y a mí, que a ese respecto era un poco más «viva la vida», me ha llevado a su terreno y me ha incluido en una dinámica de oración muy interesante, muy bonita y que me está llenando mucho. Y también me sostiene la búsqueda de la belleza compartida, que es a lo que me dedico a través de la música. Es un acto de generosidad, de compartir belleza, esperanza, los mejores sentimientos que uno tiene. Nunca me he sentido tan bien como cuando he cantado, y mucha gente se siente bien cuando yo canto. Creo que es muy halagador y un motor importantísimo para tratar de volver cuanto antes.
Ha vuelto a subirse a un escenario, ¿también a cantar canto litúrgico? ¿Qué sintió?
Lo primero que hice fue cantar canto litúrgico. De hecho, tuve la oportunidad de estar, muy cerca de mi alta, el 22 de junio, en una Misa que ofició nuestro obispo, D. Jesús, en honor a los Santos Patronos Ciriaco y Paula, a la que fui «provocado» por Antonio del Pino, un amigo maravilloso y una de las personas que más me ha ayudado en este proceso, poniéndome pequeñas metas. Cuando veo las imágenes me da un poco de apuro, porque estaba muy tocado, pero que supuso el primer momento de ponerme de nuevo delante de la gente y decir: «Aquí estoy luchando». Canté desde el corazón y me sentí muy bien. A partir de ahí, he ido mejorando. Recientemente a mediados de noviembre he tenido la oportunidad de cantar junto al coro de la Universidad de Málaga en la Misa celebrada en la Catedral por el 75º aniversario de la cofradía de Estudiantes, y ya me encuentro a un nivel bastante «decente». Y también tuve el honor de subirme al escenario del teatro Cervantes a principios de septiembre con la que considero mi compañía de Zarzuela, Teatro Lírico Andaluz, con un repertorio de los tres tenores y fue maravilloso. También algún papelito de zarzuela… De momento cosas asequibles. Imagino que en unos seis meses a lo mejor vuelvo a estar a un nivel plenamente profesional. Pero en todas estas ocasiones he sentido sobre todo el cariño de la gente que me rodea, y que es importante para mí y para ellos volver a disfrutar de nuestro canto, del mío y del de mi mujer. Quiero agradecerle especialmente a mi mujer y a mi familia, que se están portando conmigo de maravilla; a todo el personal sanitario del Hospital El Ángel, principalmente de UCI, que aún cuando yo era desagradable con ellos por efecto de las medicinas, siempre tiraron de mí hacia delante; a amigos mío como Antonio del Pino, que es un gran experto en Liturgia que me ha ido poniendo esas pequeñas metas, y a mi amigo y director de la Compañía Teatro Lírico Andaluz, Pablo Prados, que también me ha ido dando la oportunidad de hacer papeles pequeñitos para que me fuera soltando y rehabilitando un poco. Son mis grandes motores, aparte de Dios, nuestro Señor Jesucristo y la Virgen María que me ayudan todos los días, y a quienes agradezco haberme dado esta segunda oportunidad.
ASÍ REZA LUIS PACETTI
Sus primeros recuerdos en torno a la oración están protagonizados por su madre, con quien aprendió el «Cuatro esquinitas tiene mi cama». «Después en Maristas, donde hice la EGB, y estaba muy interiorizado el rezo como algo cotidiano». Para él, rezar ahora mismo significa «tratar de encontrarme a mí buscando a Dios, es ese punto de encuentro. Tiene el aspecto positivo de lo repetitivo, de la fórmula. Nos la sabemos, pero no siempre estamos pensando en ellas. Pero siempre vas acercándote al interior».
El Covid, como él mismo reconoce, «me ha servido para empezar, a mi mujer y a mí, una dinámica diaria de oración, con mucho rigor. Estamos encontrando un gran acercamiento a la espiritualidad. Ella siempre ha sido más practicante que yo, aunque a mí siempre me ha gustado la liturgia, como cantante. Y rezar cantando, es muy importante para mí». Su estancia en el hospital coincidió con la Pascua. «Empezamos a cantar juntos, ella y yo, el Regina Coeli en gregoriano, aunque tenía todavía la voz muy fastidiada. Y se nos ha quedado, y cada día a las doce lo rezamos, juntos o cada uno donde esté, y es un momento maravilloso».
El canto litúrgico es para Luis Pacetti un espacio espiritual también. «Lo aprendí con Antonio del Pino, organista segundo de la Catedral. Los profesionales, normalmente, no cantamos salmos, y eso me hizo mucho bien. Y cuando lo haces, el recitado pone el acento en el texto, en la prosodia. Ahí la palabra es lo que prima, y eso te enseña a darle mucha más importancia, y durante estos últimos meses en los que he tenido la oportunidad de cantar en Misas salmos que hablan de cómo el Señor va a curar a los enfermos, me he emocionado».
La noche suele ser otro momento privilegiado para su oración, y un día de la semana, en el que Luis aún debe suministrarse una medicación, confiesa que «nos ponemos Lourdes y yo y hacemos una extensa letanía de santos y de advocaciones para que nos ayude a sobrellevar ese momento».
Preguntado por alguna advocación concreta a la que se sienta vinculado, Luis confiesa que «tenemos mucha devoción a titulares de las hermandades de Semana Santa y a alguna de Gloria. Lourdes es hermana del Calvario, y tenemos mucho cariño al Cristo Yacente de la Unidad y al Santísimo Cristo en la Sagrada Cena Sacramental y a la Virgen de la Paz, sin desdeñar a las demás, ya que cantamos mucho a muchas de ella tanto mi mujer como yo, y las queremos».
¿Qué salud tiene el canto litúrgico? «Más de la que nos creemos», reconoce el tenor. «Quien participa en las Misas sabe los cantos por norma general, y cuando he tenido que cantar como salmista, me encuentro con que la gente responde. Es verdad que nos gustaría que fuera más unánime, pero se saben y me encanta cómo los fieles responden. La perspectiva no es mala, y las cofradías están fomentando mucho el canto asambleario. Creo que es muy importante que los fieles recen cantando».
Ana María Medina