La vicaria general de la Congregación de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, María del Valle Camino Gago, responde a las preguntas de diocesismalaga.es en la apertura de la Puerta Santa del Santuario de la Victoria de Málaga por el Año Jubilar de la congregación.
¿Cómo vive la congregación de Misioneras Eucarísticas de Nazaret este centenario?
Este centenario para nosotras, Misioneras Eucarísticas de Nazaret, es un revulsivo impresionante en todos los aspectos de nuestra vida religiosa consagrada, porque tenemos además un lema muy significativo, que es: «Nacidas para eucaristizar». Son 100 años con una mirada atrás para agradecer tantas gracias, tantos dones a lo largo de tantos años de vida entregada. Porque supone mirar a todas y cada una de las hermanas en toda la historia de Nazaret, tantas hermanas que han pasado por aquí por Málaga y que gracias a ellas hoy estamos aquí y que han sido fieles y perseverantes en su vida consagrada como apóstoles de Cristo. Eso nos llena de satisfacción y alegría. Y, además, la primera casa está en Málaga, y el tener el Santuario de la Victoria como templo jubilar, que es la casa de María, es como sentir un nuevo cenáculo. De la casa de María salieron los primeros apóstoles en torno a ella, y las primeras hermanas estuvieron tan cerquita de Nuestra Señora de la Victoria que luego mira hasta qué lugares han ido. Llegaron a Cuba, Argentina, México, Perú, Venezuela, Ecuador, Italia, Portugal, y aquí en España muchas diócesis. Está significando para nosotros una gracia muy grande, inmerecida, diría yo, donde sólo podemos hacer una cosa: cantar el Magníficat y ser fieles con el testimonio de alegría y esperanza en medio de la situación en la que vivimos hoy, tan difícil y dura. Entonces para nosotros es un revulsivo y una afianzarnos en nuestra vocación eucaristizadora.
Precisamente en este tiempo hemos valorado más la Eucaristía, algo que a lo mejor antes no era el centro de nuestra vida de fe. La pandemia ha hecho que nos demos cuenta de que, si no lo tenemos, nos hace mucha falta. Hemos vislumbrado esa centralidad que san Manuel González repetía. Quizás eso también ha sido un descubrimiento.
La pandemia está sacando de nosotros todo lo mejor y, a veces, se dejan «caer» también algunas cosas que no corresponden, por la debilidad humana. Pero el Señor sigue estando aquí, haya pandemia o no haya pandemia. Entonces, ¿cómo se está viendo? ¿La sociedad está dándose cuenta? Hay muchísimas personas que se habían alejado de la fe. Vuelven a resonar las palabras de san Manuel González: «Aquí está el Señor, no le dejemos abandonado, porque Él es el camino». Es el pan de vida, cuando hay tanta hambre de Dios, de cultura, de cariño. La pandemia está dando a conocer una vertiente en el ser humano, llevándonos al límite, pero sabiendo que al otro lado está el Señor acompañándonos, y tan cerquita de nosotros aquí en la Eucaristía. Por eso las hermanas también queremos dar esa respuesta de que sigue estando, de que el Señor no abandona, que las dificultades siguen, pero Él nunca se fue y, precisamente ahora, menos.
Málaga está en el origen de las Nazarenas. ¿Qué lugar ocupa Málaga dentro de la congregación a nivel mundial?
A nivel mundial, digamos que es la «tirada del ovillo», como ejemplificamos en un encuentro virtual misionero que hicimos recientemente. Málaga es el punto desde donde se comenzó a tirar el ovillo de esa red inmensa, que llevamos tejiendo a lo largo de cien años: una red inmensa de amor y de reparación. Málaga es la primera lanzada del ovillo de la red de la entrega de cada una de las hermanas. Sin Málaga no hay Palencia. Sin Málaga no hay Soria. Sin Málaga no hay otras ciudades. No. Este es un inicio, una salida de estampida en un momento muy difícil en la historia social, en la historia de la Iglesia, en la historia española, pero aquí dieron la talla las hermanas, gracias a Dios, y para nosotros es un testimonio, como desde Málaga y desde Sevilla, con Nazaret, salieron como los primeros apóstoles a anunciar. Si no hubiera existido Málaga el Señor hubiera buscado otros modos, pero no este por el cual le brindamos hoy.
Para la Iglesia de Málaga, ¿qué significa este carisma? Porque sin duda es muy importante, marca mucho…
Marca mucho, mucho, mucho el hecho de que aquí nuestro fundador, san Manuel González, fuera vuestro pastor en la diócesis, porque ahora tenéis otro, pero es una cadena constante del único pastor que es Cristo. Para Málaga y para la comunidad de Nazaret de Málaga está significando algo muy importante, como un empujón. Y también conviene destacar la obra de los laicos, que está tan inserta en cada una de las parroquias de Málaga, en la diócesis en general. Nos está llamando a no dormirnos. Es lo que decía san Manuel González: «Nada de mirar para atrás, nada de cruzarse de brazos, nada de estériles lamentos», lo decía rezando a la Virgen desde aquí, desde este santuario de la Victoria de Málaga. Esto, como tantas cosas vividas en Málaga, son muy importantes en nuestra vida. De hecho, han sido y siguen siendo muchas las vocaciones consagradas de religiosas, de misioneras eucarísticas, que han brotado de esta tierra. Y eso está queriendo decir algo, ¿no? Y yo animo también a que Málaga siga siendo ese campo «eucaristizador», dador de nuevas vocaciones para Nazaret y para que sigamos siendo en la Iglesia testigos de un amor tan grande como el de Cristo presente entre nosotros. Málaga es ese primer peldaño de subida o de bajada, depende hacia donde uno quiera dirigirse, si es el corazón de Dios vamos con la humildad, si es de subida, vamos por la gratitud. Málaga es importante, es esa escala.
¿Una invitación a los malagueños para aprovechar este Año Jubilar que comienza?
Una invitación llena de alegría, porque yo quiero decir a los malagueños ante todo felicidades y gracias. Felicidades porque han permitido, lógicamente, que se abriera la Puerta Santa, aquí, en este templo de la Victoria de Málaga. La Virgen, Nuestra Señora, tiene que ver a los malagueños venir a dejarse mirar por el Señor, por su Hijo. Y ¡cuántas bendiciones van a recibir viniendo aquí los malagueños a la casa de la Madre, como hacia san Manuel con los niños, con los adolescentes, con los jóvenes, con los adultos, con los enfermos, con todos! Esa es una invitación que hacemos a los malagueños, venir a este templo, ganar las indulgencias y sentir el paso de la misericordia de Dios en sus vidas. Gracias por esto. Y también un deseo de felicidad. Por la fe que tiene este pueblo, que lo transmite de muchas maneras, pero sobre todo por la acogida, que eso está inherente en el corazón de un malagueño, y que quienes venimos de fuera no sabemos cómo agradecer, porque no hay fronteras, y eso nosotros lo percibimos: en un malagueño no hay puerta cerrada, hay puerta abierta. Y san Manuel aquí tuvo la experiencia de luchar, pero siempre, siempre, al amparo de María, cuya advocación tan importante para él fue Nuestra Señora de la Victoria. Al final la batalla siempre la gana Cristo.
Ana María Medina