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MI CURA, por Genoveva Díaz

Pensar lo que ha significado un sacerdote en mi vida es difícil. Han pasado varios por ella, pero tres me han marcado mucho sobre todo en mi vida en Frater( Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad), aunque también en la familiar, en la social y en la eclesial.

Ellos nos han enseñado a experimentar lo que podemos lograr con nuestra fe cristiana, siendo evangelizadores con nuestro carnet de discapacidad; a vivir mi día a día con valentía y esperanza. Con su empuje, a través de las eucaristías que vivíamos y vivimos, nos muestran a un Cristo de vida y amor, luchador, con una misión.

Ellos han hecho que Jesús entre en nuestro interior poco a poco, que sepamos acoger al otro con amor y alegría. Han tenido y tienen un gran carisma. A través de sus obras y palabras me han enseñado, con fe, paciencia, lucha y amor humano, a ser humilde, a luchar en esta vida con esperanza, por los más desfavorecidos y por las personas con discapacidad, desde nuestro movimiento, que es Frater.

Nos han enseñado que somos parte de la Iglesia, como servidores del Evangelio, con nuestras limitaciones, que las llevamos en nuestras sillas, bastones, o formas de andar, pero nunca las llevamos en nuestra cabeza, ni en nuestros pensamientos.

Nos han enseñado a luchar, a valorarnos, a ser fieles y constantes en nuestro testimonio. Nos hicieron ver un Dios de amor que perdona nuestros pecados y nos han guiado para buscar nuestro beneficio espiritual. Nos han hecho vivir tantas experiencias que es difícil nombrarlas todas. Gracias a nuestros sacerdotes por haber estado y estar ahí.

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