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Enero, mes de la Infancia Misionera

La Delegación Diocesana de Misiones impulsa su campaña anual con la invitación a promover en colegios, parroquias y grupos de catequesis la educación en la fe y la solidaridad de los más pequeños

La Infancia Misionera es una obra pionera en la educación misionera de la infancia y en la atención a la infancia marginada y empobrecida. Desde su creación en 1843, pasó mucho tiempo -nada menos que 80 años- para que otra institución se acordara de los peligros y males que acechan a la infancia y aprobara la declaración de los derechos del niño, según explica Obras Misionales Pontificias (OMP). La Infancia Misionera propone a los niños que se conviertan en protagonistas de la tarea misionera y lleven a cabo un papel activo en favor de sus hermanos que se encuentran desamparados y abandonados. Esta obra quiere hacer saber a los niños que ni siquiera conocen, que Dios no les ha olvidado; que alguien, tan pequeño como ellos, ha visto en sus rostros el sufrimiento de Jesús.
Antonio Evans, delegado diocesano de Misiones, invita a través de este artículo a la reflexión sobre la acogida a los más débiles y el misterio de amor que precede a la concepción humana.
La misión precede a la concepción (Domingo, 5/1/20)
Ciertamente, el hecho de estar en el mundo sin previa decisión nuestra nos hace intuir que hay una iniciativa que nos precede y nos llama a la existencia: cada uno de nosotros está llamado a reflexionar sobre esta realidad: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (Eg 273). De por sí es un mandato que nos toca de cerca: yo soy siempre una misión; tú eres siempre una misión; todo bautizado es una misión. Para el amor de Dios nadie es inútil e insignificante. Cada uno de nosotros es una misión en el mundo porque es fruto del amor de Dios. Vivir con alegría la propia responsabilidad ante el mundo es un gran desafío.
La Infancia Misionera es una gran escuela de formación de la conciencia misionera de los niños, busca hacerles descubrir que ellos han nacido para cumplir una misión nada inútil ni insignificante: llevar el amor de Dios a tantos millones de niños que sufren en su cuerpo y en su alma, que se encuentran desamparados y abandonados a su suerte; formar una cadena de solidaridad con los niños de los cinco continentes.

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