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«Los divorciados no estamos excluidos de la Iglesia»

Beatriz Martínez es miembro del Proyecto SEPAS, un servicio puesto en marcha por la comunidad jesuita y dirigido a la acogida y el acompañamiento a personas que han padecido o padecen dolor y sufrimiento derivados de una ruptura de pareja. Beatriz está divorciada desde hace 16 años y ha vivido en propia piel que, tras una ruptura, la vida no se estanca ni se tiene porqué perder la fe.

¿Qué significan las siglas SEPAS?

Es un juego de letras que nos puede llevar a otras traducciones, pero que significa Semillas de Esperanza para Amar y Servir.

¿Cuál es el papel más urgente de la Iglesia con las parejas que han sufrido una ruptura?

Yo diría que el saber acoger. La mayoría de las veces no te sientes entendido y, no es que la Iglesia te excluya, sino que tenemos la manía de autoexcluirnos y pensamos que «con la situación que tenemos, cómo vamos a seguir adelante” Ante esto, ¿quién te puede responder? Lo tengo claro, Cristo. Por eso, son necesarias personas para reconducir, trabajar, sanar la herida, facilitar ese camino y que conozcan las diferentes crisis que se atraviesan, porque uno mismo las ha experimentado. Es importante que esta acogida de la Iglesia sea real y se vea en la calle, porque los entiende y trabaja con ellos.

Detrás de una ruptura hay mucho que sanar.

Ante una ruptura, el mundo se te hunde bajo los pies y son muchos los cristianos que pierden la fe, pero no tiene que ser así. Aquí estamos para ayudar porque hay sanación, la vida no se estanca ni hay que perder la fe. Las rupturas son cada vez más habituales. Como abogada, veo matrimonios que duran cada vez menos tiempo. Nosotros creemos en el vínculo matrimonial y en el matrimonio para siempre. Somos creyentes. Y por eso es tan dura una ruptura. El proyecto nace de la mano de la parábola del buen samaritano. El buen samaritano es Cristo y nosotros somos los posaderos que nos hacemos cargo del apaleado en el camino hasta que él vuelva. Ahí es donde arranca toda la actividad.

¿Cuáles son sus objetivos?

Su objetivo principal es el acompañamiento grupal con personas que están atravesando o han atravesado un proceso de ruptura de pareja, en las situaciones de separación, divorcio, nulidad… También es un medio para testimoniar, en el ámbito eclesial y educativo, sobre las experiencias que se producen en las rupturas y suscitar una educación sobre la pérdida y una pastoral familiar inclusiva.

¿Se trabaja solo con la pareja o también con los demás miembros de la familia?

Se han desarrollado diversas acciones o herramientas de atención pastoral a las que les hemos dado el nombre de Puntos de Encuentro y Caminos de Sal con las que se trabaja con las personas y familias destinatarias del programa. En primer lugar, con las personas que están atravesando, sufriendo y viviendo esta herida y después se amplía a la familia más cercana, sobre todo a los hijos, para que sanen las dolencias que se producen y recuperen el equilibrio en sus propias vidas y encuentren sus propios recursos personales para seguir creciendo en la fe. Siempre desde una perspectiva creyente porque nosotros partimos de que somos Iglesia y no estamos excluidos.

Este programa no es una herramienta terapéutica, ¿no es así?

Efectivamente, no lo es. Es un medio generador de vida, pero no es una terapia. No son reuniones de terapia de grupo, el objetivo es crecer en la fe, aceptar e incorporar la situación y la dureza de vida que se nos presenta.

¿Cómo comenzó tu andadura en el Programa SEPAS?

Soy miembro de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) en Málaga y me enviaron a Madrid a unos cursos formativos de la Compañía de Jesús. Allí descubrí este proyecto, que había nacido en el Centro Arrupe de Valencia, de la mano de Julián Ajenjo García, laico, coordinador del citado programa y miembro del Equipo de Familia de la Plataforma Apostólica Local de Valencia, así como miembro del Área de la Comisión de Familia de la Compañía de Jesús en Madrid. Es programa se ha implantado en diversas provincias, incluso acogido a nivel diocesano. Lo vi claro, era lo que necesitábamos en Málaga. Me puse en contacto con Julián y comenzamos el proceso de formación. Ya somos un equipo de acompañantes o facilitadores (así nos llamamos) disponibles en la diócesis de Málaga.

¿Cuáles son los requisitos para ser acompañante en este programa?

En primer lugar, que hayas atravesado una situación de ruptura, que hayas pasado por ahí pues, ¿quién puede entender y acoger una herida de ese tipo? Nadie mejor que alguien que la haya vivido. Y, en segundo lugar, que tenga una experiencia de fe, sobre todo si es de espiritualidad ignaciana.

Encarni Llamas Fortes

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