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«Me cuesta vivir e integrar la unidad y diversidad de la Iglesia»

Entrevista al sacerdote diocesano Carlos Acosta, nacido en 1951 en Ceuta y ordenado en 1996.

¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?

Aprovecharla bien, tratando de profundizar para crecer en el Misterio que encierra.

¿A vivir se aprende?

La vida es una oportunidad de constante crecimiento, para lo que hay que aprender hasta dos minutos después de que muramos.

¿Y a ser sacerdote?

Los curas, además de aprender a vivir, vamos aprendiendo cada día cómo hacer presente de un modo más transparente el ministerio que representamos.

¿Crees que sabes vivir?

Creo que vivo decentemente. En la tarea de crecer y aprender estamos.

¿Has sufrido alguna crisis vital? ¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste?

He vivido muchas situaciones de crisis, unas más livianas y otras más duras; son necesarias para crecer, y no soy ninguna excepción. Recuerdo que, en torno a la enfermedad de mi madre, me encontré como perdido… y leyendo una noche, en la terraza de mi casa, el libro “Más allá de las cosas” de Carlos Carretto, salió a mi encuentro el Señor con la frase de Job “El que me salva está vivo”. Fue como una luz intensa que aún brilla en mi corazón. El Señor se acercó a mí y me ofreció su confianza, para apoyarme en Él.

¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga?

Creo que he colaborado más especialmente en dos campos. Por una parte, siempre he acogido el regalo que nos hace el Señor a los sacerdotes de vivir la fraternidad sacerdotal que brota del sacramento del orden. No siempre es fácil, por el momento que vivimos y por nuestras limitaciones, porque va más allá del ponernos de acuerdo, aunque también. Es algo más profundo que te lleva a descubrir a los otros como corresponsables de la mutua existencia sacerdotal y, por tanto, responsables los unos de los otros en la tarea que el Señor nos encomienda. Por otra, siento una gran inquietud por la Pastoral de la Salud, que es algo más que el cuidado de los enfermos y que apunta a Jesús como salud.

¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy?

Cómo hacer visible y patente la vida, la alegría de Jesús a las personas con las que vivimos, en un mundo fragmentado, yoico, instrumento del dios Mammón (dinero), el dios de la sociedad de consumo.

¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar?

Yo mismo en mis debilidades.

¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada?

Me importa la vida, desentrañar su misterio y tratar de vivirlo, compartiéndolo en nuestro mundo. No me importa lo banal y superficial, muchas veces es fuente de conflicto.

¿Quién es Jesucristo para ti?

No me imagino mi vida sin Él. Aunque sea una calamidad, que lo soy, no deseo otra cosa que ir a Él, que es todo para mí.

¿Quién dice la gente que eres tú?

Una persona inquieta, cariñosa, un poco cuadrada, cercana cuando rompo la timidez, que se preocupa por las cosas, a veces demasiado…

¿Te gusta complicarte la vida?

Me gusta, pero al mismo tiempo me cuesta, aunque tiendo a ser resolutivo y tiro hacia adelante.

¿Cómo te gustaría morir?

Me gustaría morir bien, en paz, como todo el mundo. Pero será lo que Dios quiera, como Dios quiera y cuando Dios quiera.

¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura?

Lo animaría, le diría que orase mucho y se pusiese en contacto con alguien que le ayudase a discernir esa llamada de Dios presente en lo cotidiano de la vida de los hombres para hacer presente a Jesús en medio de ellos. El Señor llama desde la vida.

¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices?

Venimos a vivir la vida tal y como Dios la concibe.

¿Qué te preguntas?

Cómo hacer presente mejor en mi vida y en mi Iglesia a Jesucristo en el mundo de hoy.

¿Cómo te ves con el paso del tiempo? ¿Has mejorado como los buenos vinos?

Con el paso del tiempo, me voy empequeñeciendo y Dios se va haciendo más grande en mi vida.

¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote?

La dureza de mi cabeza para vivir este don recibido de ser ministro de la comunión. Me cuesta vivir e integrar la unidad y la diversidad de la Iglesia, porque a veces da la impresión de que la diversidad está nominalmente por la unidad, pero en la práctica, subraya más su aspecto diverso.

¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal?

Si quiere a la gente y está dispuesto a entregar su vida por ella.

¿Dónde encuentras la felicidad?

Siguiendo al Señor, queriendo a la gente.

¿Rezas para tener éxito?

Rezo para pedir al Señor que me dé un corazón como el suyo.

¿Te preocupa cómo vive la gente?

Sí, especialmente la gente que vive en situaciones de marginalidad, dolor y sufrimiento.

¿Por qué?

Porque en ellos descubro la vida de Dios que se manifiesta.

¿Eres un sacerdote dócil?

Dócil al Señor…

¿Qué es para ti el tiempo?

Un regalo del Señor, la oportunidad de construir una sucesión de instantes mejores.

¿De qué te arrepientes o tiene remordimientos?

De no haber sido siempre fiel al Señor, pero más grande ha sido la misericordia de Él conmigo.

¿Cuál consideras la virtud más sobrevalorada?

Como tal, ninguna; pero nos cuesta a todos hablando del amor, salir de los círculos habituales en los que nos movemos, porque consciente o inconscientemente reclamamos que nos devuelvan con afectos nuestras actuaciones.

¿Cuál es tu viaje favorito?

Desde siempre, me hace mucha ilusión conocer la Iglesia Latinoamericana.

¿Pequeños placeres?

Contemplar un atardecer, buen vino, buenos amigos, servir mejor…

Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo?

La soledad no es solo de los curas, es una realidad nos acompaña a todos, que unas veces es más dura y otras menos. Lo importante es saberse bien acompañado de ella viviéndola con dignidad, hasta que nos encontremos con Aquel que la llena.

¿Un olor que recuerdes?

El olor a incienso, azahar y cera en una noche de primavera.

¿Un perfume que te cautive?

El olor del perfume que usaba mi madre.

¿Tu flor favorita?

La rosa.

¿La palabra más hermosa del diccionario?

Amor, entrega, servicio, humildad…

Bueno… mejor varias. ¿El regalo más bello que te ha hecho ser presbítero?

Poder hacer presente a Jesús para los hombres.

A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote?

Ha sido la mejor cosa que me ha pasado, me pasa y, si Dios quiere, pasará para siempre.

Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías?

Que la vida siempre es maravillosa, lo que no quiere decir que no tenga sus dificultades, que son como la salsa de da sabor a la vida.

Rafael J. Pérez Pallarés

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