La comunidad diocesana de Huelva ha vivido este jueves, 13 de noviembre, una intensa jornada de fe y comunión con motivo de la festividad de San Leandro, patrón de la Diócesis de Huelva, arzobispo de Sevilla y figura clave en la historia de la Iglesia hispana por su defensa de la fe y su empeño en la unidad.
Como es tradición, la celebración comenzó con la Misa votiva en la Santa Iglesia Catedral, presidida por el Obispo, Mons. Santiago Gómez Sierra, y concelebrada por numerosos sacerdotes diocesanos. Participaron representantes de parroquias, hermandades, comunidades religiosas, movimientos apostólicos y autoridades civiles, junto a muchos fieles que acudieron a venerar al patrón de la Diócesis.
“Una fe adulta, bien fundada y capaz de iluminar los desafíos de la sociedad”
Durante su homilía, el Obispo destacó la figura de San Leandro como “pastor que supo leer los signos de su tiempo para conducir a su pueblo a la verdad del Evangelio”, recordando su papel decisivo en la unidad de la fe y su amor firme a la Iglesia.
Mons. Gómez Sierra invitó a los fieles a “mantener viva una fe adulta, bien fundada y capaz de iluminar los desafíos de la sociedad actual”, insistiendo en que “la integridad de la fe no divide, sino que construye comunión; no encierra, sino que envía a la misión”.








En otro momento de su intervención, el prelado subrayó que “vivir en la integridad de la fe significa obediencia a la revelación divina, confesar a Cristo con los labios y con la vida, sin separar lo que creemos de lo que hacemos”.
Asimismo, recordó que la fiesta del patrón “es una oportunidad para reconocer la pluralidad y fortaleza de nuestra Iglesia diocesana, que se construye día a día con el trabajo generoso de sacerdotes, religiosos, laicos y de quienes, desde su profesión o vocación, hacen presente el rostro misericordioso de Cristo”.




Imposición de la Medalla Pro Onubense Ecclesia
Tras la Eucaristía, los actos se trasladaron al Obispado, donde tuvo lugar el acto institucional de imposición de la distinción “Pro Onubense Ecclesia”, concedida a quienes han ofrecido a lo largo del tiempo un testimonio ejemplar de fe y servicio a la Iglesia de Huelva.
En un ambiente familiar y solemne, el Obispo expresó su gratitud a los cuatro galardonados de esta edición, afirmando que “en ellos se refleja la diversidad de carismas y servicios que enriquecen a la Diócesis”.
Los reconocidos fueron:
- D. Eduardo Figueroa de la Guardia, médico neumólogo natural de Minas de Riotinto, por su dedicación humana y cristiana en el acompañamiento a sacerdotes y comunidades religiosas. El Obispo destacó su “cercanía, dedicación y discreción al servicio del que sufre” como signos de un auténtico discípulo misionero.


- El Colegio Diocesano “Sagrado Corazón de Jesús”, por su compromiso educativo y cristiano a lo largo de generaciones. Su equipo docente recibió el galardón en nombre de toda la comunidad educativa, “por su contribución silenciosa y perseverante en la formación de jóvenes en la fe, la cultura y la responsabilidad social”.


- El Consejo de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Huelva, por su papel coordinador y su acompañamiento pastoral a las hermandades, fortaleciendo la vivencia cristiana de la religiosidad popular como camino de evangelización.


- Dª Dolores Díaz Pinto, por su entrega generosa a la misión y a la caridad desde la Delegación Diocesana de Misiones y la Asociación Internacional de la Caridad. Su testimonio fue definido por el Obispo como “un testimonio vivo de amor cristiano en lo cotidiano”.


Un momento de comunión y gratitud
El acto estuvo marcado por un clima de emoción y gratitud compartida. Cada galardonado dirigió unas palabras breves tras recibir la distinción.
Eduardo Figueroa expresó su alegría porque “la medicina sin Dios nunca será plena y debo agradecer a los enfermos, especialmente a los consagrados, a las que y a los que tanto me han dado. Me enseñaron a tener presente a Dios.”.
Finalmente, Dolores Díaz Pinto dedicó su reconocimiento “esta medalla es un compromiso y tenemos, de aquí en adelante, trabajar más y mejor”.
Por su parte, Antonio González, presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, subrayó que es una distinción “para Huelva porque he visto pocos acontecimientos donde todo el mundo ha participado de una manera increíble y en una sola dirección”.
El director del Colegio Diocesano, Joaquín S. Sierra Cervera, recordó “el compromiso de educar en valores cristianos desde la infancia, sembrando esperanza en el futuro, con el legado de San Manuel González y el Siervo de Dios Manuel Siurot.”
El Obispo, tras hacer un breve resumen de cada galardonado, concluyó el acto animando a todos a “seguir construyendo una Iglesia abierta, cercana y servidora”, y a mirar a los premiados “como ejemplos que nos ayudan a mantener viva la esperanza y la alegría del Evangelio”.
Convivencia final y signo de comunión
La jornada culminó con un encuentro fraterno en las dependencias del Obispado, donde representantes de las distintas realidades diocesanas compartieron un ágape de convivencia. Este momento sirvió para fortalecer la comunión eclesial que da vida a la Diócesis.
La fiesta de San Leandro volvió a ser signo de unidad, memoria y misión compartida. La Iglesia de Huelva renueva así su compromiso de acompañar a su pueblo con la fuerza del Evangelio y el legado espiritual del santo patrón, cuya intercesión se invocó especialmente para que la fe, la caridad y la esperanza sigan iluminando cada rincón de la provincia.
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Homilía íntegra de Mons. Santiago Gómez Sierra
(Fiesta de San Leandro, Patrón de la Diócesis de Huelva – Santa Iglesia Catedral, 13 de noviembre de 2025)
Lecturas: Ez 34,11-16 y Jn 15,9-17
Hermanos y hermanas, amados por el Señor:
Hoy celebramos con alegría a nuestro santo patrón, San Leandro, arzobispo de Sevilla, hermano de los santos Fulgencio, Florentina e Isidoro, que brilló por su sabiduría, su amor a la Iglesia y, sobre todo, por su firmeza en la fe. Él vivió en un tiempo de grandes tensiones doctrinales y divisiones religiosas, pero supo mantener, con serenidad y valentía, la integridad del Evangelio que había recibido. Presidió el III Concilio de Toledo, el año 589, en el que se logró la conversión del rey visigodo Recaredo y la unidad católica de la nación.En esta fiesta de nuestro patrón, nos reunimos como diócesis para celebrar la fidelidad de Dios, que a lo largo de los siglos ha acompañado a su Iglesia y ha suscitado pastores, santos y testigos que han mantenido íntegra la fe recibida de los apóstoles.
Hoy, la Palabra de Dios que hemos escuchado nos ilumina profundamente.
“Yo mismo buscaré a mis ovejas” (Ez 34,11). En el profeta Ezequiel, Dios se presenta como el pastor que no abandona a su rebaño. Él mismo sale a buscar a las ovejas dispersas, cura a las heridas, fortalece a las débiles y apacienta con justicia. Esta imagen nos revela el corazón de Dios: un amor fiel, que no se rinde ante la infidelidad del hombre.“Permaneced en mi amor” (Jn 15,9). En el Evangelio, Jesús nos invita a permanecer en su amor. Este permanecer no es pasividad, sino una fidelidad dinámica, que se expresa en el cumplimiento de su mandamiento: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
La integridad de la fe se manifiesta precisamente en este amor concreto. Quien vive unido a Cristo, como el sarmiento a la vid, da fruto abundante: fruto de comunión con Dios y con los hermanos, y fruto de servicio.
San Leandro vivió este mandato en plenitud. Su vida fue una síntesis de lo que el Evangelio nos propone hoy: permanecer en el amor para dar la vida por los amigos, para servir a la Iglesia y a la sociedad con corazón indiviso.
San Leandro fue pastor de la Iglesia de Sevilla, pastor según el corazón de Dios, como el mismo Ezequiel anuncia, en un tiempo en que gran parte del reino visigodo se hallaba bajo la influencia del arrianismo, como sabéis, doctrina cristológica que rechazaba la plena divinidad de Jesucristo, negando que sea de la misma naturaleza del Padre. Esta doctrina fue condenada por el Concilio de Nicea en el año 325, precisamente este año celebramos el 1.700 aniversario de este Concilio. Sin embargo, la herejía se extendió ampliamente entre algunos pueblos germánicos, como los visigodos. Esta confusión doctrinal se trasladaba a la sociedad como lucha y división política. San Leandro contra viento y marea luchó por la fe íntegra, sin rebajas ni componendas. Con la serenidad del pastor que confía en el Señor, buscó la unidad del rebaño y trabajó sin descanso para sanar las heridas de la Iglesia.
Con sabiduría pastoral, formó en la fe a su pueblo, acompañó a los que dudaban, y trabajó incansablemente por la conversión del rey Recaredo y de todo el pueblo visigodo. Su testimonio nos recuerda que la fe cristiana no es una idea entre otras, sino una adhesión viva a Jesucristo, el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestro Salvador.
La integridad de la fe es don y tarea. Hermanos, la fe que hemos recibido es un don precioso de Dios, pero también una tarea que exige responsabilidad y fidelidad. Hoy, también nosotros vivimos en un contexto donde muchas veces se intenta diluir la fe, reducirla a un sentimiento privado o acomodarla a los criterios del mundo.
Pero la Iglesia —como nos recuerda el apóstol Pablo— está llamada a “mantener el buen depósito de la fe” (cf. 2 Tim 1,14).
Vivir en la integridad de la fe significa obediencia a la revelación divina, recibida en la Sagrada Escritura y en la Tradición, interpretada de forma auténtica por el Magisterio de la Iglesia a través de los tiempos. Significa confesar a Cristo con los labios y con la vida, en nuestras familias, en el trabajo, en la sociedad, con fortaleza, humildad y alegría, sin separar lo que creemos de lo que hacemos.
La integridad de la fe en la Iglesia de Huelva hoy significa: creer y vivir lo que proclamamos; amar a la Iglesia, incluso cuando es frágil; trabajar por la unidad, por encima de ideologías o intereses; servir al prójimo, especialmente al más pobre y necesitado.
La fe íntegra no divide, sino que construye comunión. No encierra, sino que envía a la misión. Es la fe que impulsa a tantos cristianos en nuestra diócesis a evangelizar, cuidar, acompañar y servir con generosidad.
En este contexto celebrativo, la diócesis quiere hoy reconocer públicamente a quienes, desde su vocación y su entrega, son testimonios de amor a la Iglesia.
Queremos dar gracias a Dios por D. Eduardo Figueroa de la Guardia, que ejerce su profesión como médico con mirada evangélica, cuidando la vida y la dignidad de los enfermos y, particularmente, de los pastores diocesanos, como un auténtico servidor del Buen Pastor.
Damos gracias por Dª Loli Díaz Pinto, cuyo testimonio de fe, de servicio y de disponibilidad a la Iglesia es reflejo de esa vid que permanece unida a Cristo y da fruto abundante.
Agradecemos también al Consejo de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de la ciudad de Huelva, por su servicio a la devoción popular, y por mostrar la piedad de nuestro pueblo como vínculo de comunión diocesana, de un modo singular y hermosísimo, en la Procesión Magna Mariana, recientemente celebrada con motivo del Año Santo que estamos viviendo.
Y reconocemos al Colegio Diocesano Sagrado Corazón de Jesús que, con dedicación y espíritu eclesial, forma a las nuevas generaciones en los valores del Evangelio, sembrando la fe en el corazón de los jóvenes, y capacitándolos como ciudadanos cristianos y honrados para el futuro, como lo viene haciendo desde San Manuel González, arcipreste de Huelva, y el Siervo de Dios Manuel Siurot.
Vuestra entrega, queridos hermanos y hermanas, nos recuerda que la fe no se guarda en el ámbito privado de cada uno, sino que se convierte en amor y servicio que transforma e ilumina la realidad.
Pidamos hoy a San Leandro que interceda por nosotros, por nuestra diócesis, por nuestros sacerdotes y seminaristas, religiosos y laicos, por las familias y los jóvenes, para que todos seamos testigos del amor del Corazón de Jesús en el mundo.
Y que quienes hoy son distinguidos con la Pro Onubense Ecclesia sean signo visible de esa Iglesia fervorosa, agradecida y servidora, que en Huelva quiere seguir diciendo, con humildad y esperanza:
“Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.” (Jn 21,17)
Amén.
¿Quién fue San Leandro?
Leandro de Sevilla (Cartagena, c. 534 – Sevilla, 13 de marzo de 596.) nació en una notable familia hispanorromana. Su padre, Severino, era hispanorromano, y su madre, Teodora, era, supuestamente, visigoda, incluso se ha dicho que fuera hija de Teodorico, rey de los Ostrogodos. Fue hermano de San Isidoro.
Fue arzobispo de Sevilla desde el año 578 hasta el año 600, en el que es sustituido por su hermano menor San Isidoro de Sevilla, y está considerado como uno de los grandes impulsores del catolicismo en la España visigoda de su tiempo. Con la invasión bizantina de su tierra levantina en el año 554, la familia se marchó a Sevilla, ciudad donde Leandro completó su formación, quizás motivada por la conversión de su madre a la religión católica. Al morir sus padres Leandro se queda al cuidado de sus hermanos menores, ingresando años más tarde en un convento.
Fue nombrado obispo de Sevilla en el año 578 e influyó activamente en la rebelión del joven Hermenegildo contra su padre, el rey Leovigildo, siendo quizás quien le asesorara para su conversión al catolicismo. Leandro vivió tres años en Constantinopla, mandado por el propio Hermenegildo para obtener ayudas para su causa; allí mantuvo estrecha relación con san Gregorio Magno y llegó a escribir su Expositio in Librum Job.
De vuelta a Sevilla sufrió la persecución de Leovigildo, siendo de nuevo desterrado por unos años; un tiempo en el que escribió diversas obras contrarias al arrianismo. Cuando de nuevo regresó a tierras hispalenses llegó a instruir a Recaredo, hijo de Leovigildo, en la religión católica. La conversión de Recaredo y posteriormente la de todo el pueblo visigodo en el año 586, fue celebrada tres años más tarde por el obispo Leandro con la convención del III Concilio de Toledo.
Considerado uno de los Padres de la iglesia y fundador de la escuela teológica de Sevilla, tuvo especial interés en la enseñanza oral y escrita del catolicismo y en la formación de los religiosos.
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