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Gracias, Almería: más de 114.000 personas sostienen la misión de la Iglesia

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La Diócesis de Almería quiere expresar su agradecimiento sincero a los 114.868 almerienses que han marcado la X a favor de la Iglesia Católica en sus declaraciones de la Renta correspondientes al ejercicio fiscal 2024, cuyos datos se han dado a conocer recientemente en el marco de la campaña de la Renta 2025.

Los datos presentados a nivel nacional confirman una evolución positiva también en nuestra diócesis. En Almería, por segundo año consecutivo, aumenta el número de personas que deciden destinar libremente el 0,7 % de sus impuestos al sostenimiento de la Iglesia, consolidando así un gesto de apoyo a su misión pastoral, social y evangelizadora.

En concreto, durante la última campaña se han contabilizado 114.868 declaraciones con asignación a favor de la Iglesia Católica en la provincia, lo que supone 1.386 más que el año anterior. Aunque el porcentaje de declaraciones se mantiene en torno al 28 % del total, el incremento en el número de contribuyentes refleja la confianza de los almerienses en la labor que desarrolla la Iglesia.

Este respaldo se ha traducido en una asignación económica de 4.280.016 euros, lo que representa un aumento de 427.350 euros con respecto al ejercicio anterior. Un crecimiento que permite seguir impulsando la acción pastoral, la atención a las personas más vulnerables, la labor caritativa y social, así como el cuidado y mantenimiento del patrimonio eclesial.

Si se comparan los datos con los de hace dos campañas, el crecimiento es aún más significativo: 7.912 personas más han marcado la X en su declaración, lo que ha supuesto más de 1,2 millones de euros adicionales en apenas dos años.

La Diócesis de Almería renueva su agradecimiento a todos los almerienses que, con este gesto sencillo y libre, hacen posible que la Iglesia continúe desarrollando su misión al servicio de las personas y del bien común.

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Ante la Eucaristía de clausura del Año Jubilar en la Archidiócesis

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A la Archidiócesis de Sevilla

Queridos hermanos:

Junto con mi saludo afectuoso, aprovecho esta oportunidad de dirigirme a vosotros para expresaros, en primer lugar, mi profunda gratitud a Dios por los frutos espirituales que hemos recibido durante la celebración del Jubileo 2025. Ha sido un tiempo de gracia, de misericordia y de perdón, que hemos aprovechado y celebrado con gozo respondiendo a la convocatoria que hizo pública el papa Francisco el 9 de mayo de 2024 con la Bula Spes non confundit. En ella, el Santo Padre anunciaba a toda la Iglesia Universal la celebración del Jubileo ordinario de 2025 bajo el lema «Peregrinos de Esperanza».

Después de unos meses de preparación y de la designación de los lugares sagrados de peregrinación en nuestra Archidiócesis para conseguir el don de la indulgencia jubilar, tras la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, el día 29 de diciembre de 2024 inaugurábamos solemnemente el Año Jubilar en la S. I. Catedral de Sevilla.

Según quedó recogido en la Bula de convocatoria, el Jubileo de la Esperanza finalizaría en las iglesias particulares el domingo 28 de diciembre de 2025 y sería clausurado con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el Vaticano el 6 de enero de 2026, Solemnidad de la Epifanía del Señor. Llegado este momento, os invito vivamente a que participéis en la solemne celebración de la Eucaristía de clausura del Año Jubilar en la Archidiócesis de Sevilla el próximo día 28 de diciembre de 2025, fiesta de la Sagrada Familia, a las 18:00 horas, en la Catedral.

Estoy convencido de que la vivencia del Jubileo 2025 ha supuesto para todos nosotros una ocasión para la conversión personal y una oportunidad para seguir avanzando por el camino iniciado en el Bautismo. Pero dicha vivencia también debe llevarnos a un compromiso comunitario de carácter social y a una mirada a los que sufren. Por esa razón, os invito a colaborar en el Proyecto Social Jubileo 2025 de la Conferencia Episcopal Española de ayuda a las víctimas de trata y explotación. Lo haremos con nuestra aportación en la colecta de la celebración de la Eucaristía de clausura del Año Santo. Con este gesto, como expone el papa León XIV en su primera exhortación apostólica, podemos ayudar a estas personas a sentir el amor de Jesucristo (Dilexi te, 121).

Que María Santísima, Nuestra Señora de los Reyes, nos sostenga y ayude en la tarea de vivir y anunciar el evangelio con el testimonio de una vida cercana a quienes más sufren y peor lo pasan en esta vida. Con mi abrazo cordial y mi bendición.

+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla

El pedestal

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El reo contestó al político de turno: … para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz. Pilato le dijo: —¿y qué es la verdad? Aquí se terminó el interrogatorio.

En este tiempo de posverdad y de sentimientos demoniacos a flor de piel, las redes arden en retorcidas medias verdades, falsedades e insultos viscerales, incluso entre los que piensan que defienden a cincel la autenticidad de la fe, aunque sus diatribas carezcan de caridad. Ya hace treinta y cinco años una teóloga laica francesa, Georgette Blanquière, hablaba de la autodestrucción de nuestras comunidades cristianas porque vivíamos, relacionándonos desde la diferencia y la oposición, ella lo denominaba envidia espiritual. Es bochornoso tanto enfrentamiento. Cada uno está buscando defender su territorio y no soportan que otros, dentro de la Iglesia, pueda pensar distinto, aunque sea el Papa. En realidad, no hay quien nos baje de nuestro pedestal.

Creemos demasiado en la dialéctica de la oposición y de la reivindicación, mucho más que en la comunión y la corresponsabilidad, haciendo difícil el avance y el crecimiento de la Iglesia. Pretenden ser los únicos consecuentes y coherentes esculpiendo sus razonamientos en la piedra, atacando furibundamente a los que ven como oponentes, creen solo en sus emociones y su arraigada ideología, mientras el Señor sigue haciendo garabatos con el dedo en la arena, esperando la misericordia.

Muchas veces esta mirada orgullosa, desde el pedestal, tiene sus raíces en heridas profundas, en sufrimientos, en fracasos, en valoraciones, o en expectativas que nos habíamos hecho y que no responden con los latidos de Dios, como el hermano mayor de la parábola del Padre bueno y los dos hijos: si yo te he servido fielmente… ¿por qué él y no yo? Detrás de esta pregunta y este lamento se encubre una incorrecta imagen de Dios, pero sobre todo un corazón raquítico.

El Corazón de Dios y por tanto el del Evangelio, es el Amor, incluso a los enemigos, tan difícil de digerir. Si la comunión fraterna surge del amor de Dios, solo cuando estemos unidos a Dios estaremos unidos entre nosotros practicando la caridad y el perdón, participando unidos en la Eucaristía, fuente y culmen de comunión, ejerciendo la sinodalidad para caminar juntos en el amor. Las personas orgullosas, que piensan que caminan en verdad, incapaces de empatía, parecen que rezan a Dios diciéndole: Señor, no me bajes nunca de mi pedestal de humildad.

Delante de mi teclado tengo esta cita: el sumo sacerdote, dijo a Jesús: ¿No tienes nada que decir ante lo que estos testifican contra ti? Pero Jesús callaba. Pues eso. ¡Ánimo y adelante!

+ Antonio Gómez Cantero, Obispo de Almería

Publicado en VIDA NUEVA el 06/12/2025

La verdadera alegría

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En este III Domingo de Adviento, tradicionalmente llamado Gaudete, la liturgia nos invita a levantar la mirada y a dejarnos renovar por la alegría del Señor. La antífona de entrada toma las palabras de san Pablo: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres» (Flp 4,4). No se trata de un eslogan optimista, sino de una llamada profunda a descubrir la fuente de la verdadera alegría en medio de las preocupaciones y cansancios de la vida.

Las lecturas de este domingo son un auténtico canto a la esperanza. El profeta Isaías anuncia la vuelta del pueblo del exilio, y describe una creación que se transforma: el desierto florece, los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos caminan, la lengua del mudo canta de alegría (cf. Is 35). Es el lenguaje de los signos mesiánicos, los mismos que Jesús recordará a los enviados de Juan Bautista para que comprendan que en Él se cumplen las promesas de Dios. En el corazón de Cristo, los pequeños, los pobres, los heridos de la historia ocupan el lugar preferente; ellos son los primeros destinatarios de la Buena Noticia.

Sin embargo, no es difícil que surja en muchos la objeción: ¿es posible hablar de alegría en un mundo tan herido por la violencia, las guerras, las crisis económicas, la soledad y las rupturas familiares? Los llamados “maestros de la sospecha”, y de manera muy especial Nietzsche, acusaron al cristianismo de ser enemigo de la vida, de poner sospecha sobre todo placer, de apagar la fiesta del corazón humano. También hoy, algunos piensan que la fe recorta la felicidad o impone una moral gris que sofoca el deseo de plenitud.

Ante estas preguntas, la tradición de la Iglesia nos recuerda que la alegría cristiana no es superficial ni ingenua. El Concilio Vaticano II, al comenzar la constitución Gaudium et spes, afirma que «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo […] son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo». Es decir, la Iglesia no vive al margen del sufrimiento del mundo; lo asume, lo hace suyo, lo presenta ante Dios. Nuestra alegría no consiste en cerrar los ojos al dolor, sino en experimentar, precisamente ahí, la cercanía del Señor que viene a salvarnos.

Un gran teólogo del siglo XX, Olivier Clément, decía que el cristianismo tiene sentido en una sociedad secularizada porque nos habla de un Dios que no se “usa”, un Dios que no es un instrumento para nuestro interés, sino el Dios de la gracia, que nos devuelve el gusto por la vida y nos restituye la capacidad de maravillarnos ante la belleza de la existencia. Ante tanta cultura de la utilidad y del rendimiento, la fe nos recuerda que hay realidades gratuitas —el amor, la amistad, el perdón, la adoración— que aparentemente “no sirven para nada”, pero sin las cuales la vida se vuelve fría y sin horizonte.

La liturgia de Adviento nos ayuda a educar nuestro corazón en esta alegría teologal. No se trata de una euforia pasajera, sino de la alegría de sabernos amados por el Padre, acompañados por Cristo y habitados por el Espíritu Santo. Os invito a vivir este Domingo Gaudete como una verdadera escuela de alegría cristiana. En medio de las prisas de estos días, de las compras, de las luces y de los compromisos, dejemos un espacio para la oración serena, para la escucha de la Palabra, para la adoración ante el Señor. Redescubramos la belleza de la liturgia bien celebrada, que nos eleva el alma y nos hace gustar, ya desde ahora, un anticipo de la alegría eterna.

Al mismo tiempo, pidamos la gracia de ser testigos de alegría en medio de nuestro mundo. Un rostro sereno, una palabra de consuelo, un gesto de servicio humilde en la familia, en el trabajo, en la parroquia, pueden convertirse en signos luminosos del amor de Dios. Que María, causa de nuestra alegría, nos acompañe en este tramo final del Adviento y nos enseñe a acoger a Jesús que viene. Que ella nos ayude a responder a la gran pregunta que hoy nos hace la liturgia: ¿es posible una invitación a la alegría? Sí, es posible y es real, porque Dios se ha hecho carne, ha acampado entre nosotros y no se cansa de salir a nuestro encuentro.

+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla

Profesar la fe y la esperanza

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Queridos diocesanos, hermanas y hermanos de Málaga y Melilla:

En este Jubileo de la Esperanza conmemoramos que en el año 325, hace ahora 1.700 años, tuvo lugar en Nicea el primer concilio ecuménico de la historia de la Iglesia. Allí, los 318 obispos proclamaron la fe católica en la divinidad de Jesucristo con estas palabras: «Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza (homoousios) del Padre». Esta formulación fue enriquecida el año 381 por el concilio de Constantinopla, dando origen al Credo niceno-constantinopolitano (el llamado popularmente “credo largo”) que profesamos en la celebración de la Eucaristía.

De este modo proclamamos que Jesucristo es nuestra Esperanza, pues al compartir el ser de Dios y también nuestra naturaleza humana, no hay ninguna situación de pobreza o violencia en la que no se haga presente la fuerza salvadora del amor de Dios.

El Credo niceno-constantinopolitano es común para católicos, ortodoxos, luteranos, reformados, bautistas, anglicanos, metodistas, evangélicos… La diócesis de Málaga ha sido pionera en el camino de la reconciliación entre las Iglesias cristianas y todos nosotros –laicos, religiosos, sacerdotes y obispo– hemos de seguir avanzando. No se trata solo de orar juntos en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, sino de aprender a trabajar unidos al servicio del Reino y de ser instrumentos de reconciliación y concordia en un mundo polarizado y dividido.

El papa León XIV ha conmemorado el concilio de Nicea peregrinando a Turquía y participando en la oración ecuménica que tuvo lugar en la antigua Nicea, actual Iznik, frente a los restos de la basílica donde se celebró el concilio. Y en su carta apostólica “In unitate fidei” ha dado un renovado impulso a esa profesión de fe. En ella nos invita a volver a la pregunta que hizo Jesús a los Doce: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 15, 15).

En los tiempos del concilio de Nicea, el presbítero Arrio había afirmado que Jesucristo era una criatura especial, superior a todas las demás, pero que no era Dios. El concilio corrigió a Arrio, afirmando que Jesús de Nazaret es de la misma sustancia (homoousios) del Padre. No se trataba de una disputa sobre palabras, sino de una cuestión fundamental: si Jesús fue un personaje carismático, un revolucionario social o alguien que amó como nadie lo había hecho hasta entonces, es un hombre digno de admiración, pero si además es de la misma sustancia del Padre, entonces es el Hijo de Dios, que sigue vivo y presente entre nosotros y nos salva de caer en el vacío. La pregunta “¿Quién es Jesús para ti?” no es ociosa, como no lo fue la respuesta que dio, en su día, el concilio de Nicea.

Recibid un saludo muy cordial en el Señor.

+ José Antonio Satué
Obispo de Málaga

Misión en África y PH Granada, en “El Espejo”

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Programa emitido en COPE Granada y COPE Motril el 12 de diciembre de 2025.

Disponible el programa emitido hoy 12 de diciembre en COPE Granada. Entre otros temas, hablamos de la misión en África con la misionera laica Nuria Granados, que presenta su libro “Toda la vida es misión”, en Santa Fe.

También hablamos de Proyecto Hombre Granada, que hoy ha inaugurado la ampliación del edificio de su Comunidad Terapéutica en Huétor Santillán.

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ARCHISEVILLA 7 días. Edición del 12-12-2025

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ARCHISEVILLA 7 días. Edición del 12-12-2025

Un resumen de la actualidad semanal en la Archidiócesis de Sevilla.

Edición del viernes 12 de diciembre de 2025. La Buena Noticia de la Iglesia en imágenes.

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📖 Reseña literaria: ‘Celebrar el Adviento y la Navidad′, de José Miguel Burgui

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📖 Reseña literaria: ‘Celebrar el Adviento y la Navidad′, de José Miguel Burgui

Vivimos en una sociedad consumista que intenta anular el sentido cristiano de muchas de nuestras fiestas. Esta propuesta pretende ayudar a clarificar lo que celebramos los cristianos en Adviento y Navidad.

Para ello, ofrecemos diversas actividades y propuestas de oración y de celebración que se pueden realizar con grupos formativos en los tiempos de Adviento y Navidad. Todas ellas ayudan a desarrollar y a hacer explícito el mensaje cristiano del Adviento y de la Navidad.

Quieren ser estrellitas fugaces que señalan a la Estrella de Oriente que indica el camino hacia Belén.

Fuente: Editorial PPC

Intervención de la Hna. Pilar González, desde la Librería Welba, en El Espejo de COPE Huelva de este viernes 12 de diciembre.

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La Parroquia de San Gil acoge la bendición de una imagen del Padre Pío de Pietrelcina

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La Parroquia de San Gil acoge la bendición de una imagen del Padre Pío de Pietrelcina

El grupo de oración del Padre Pío de la Divina Misericordia y el Inmaculado Corazón de María, de Sevilla, celebra el próximo domingo 14 de diciembre, a las seis de la tarde, en la Parroquia de San Gil, la bendición de una imagen del padre Pío, obra de Alejandro López Aragüez.

La bendición será presidida por Manuel Cabeza, director espiritual de este grupo de fe presente en la Archidiócesis de Sevilla desde el año 2018, y los acompañara el párroco de San Gil, José Manuel Martínez Guisasola, donde actualmente este grupo tiene su sede.

El grupo de oración al padre Pío cuenta con alrededor de 200 personas que se reúnen mensualmente, cada día 23, para orar a Pío de Pietrelcina. Los encuentros comienzan con la adoración eucarística y el rezo del Rosario. Durante este tiempo hay oportunidad para acercarse al sacramento de la Reconciliación. Durante el rito de reserva del Santísimo Sacramento se reza la oración de sanación del Padre Pío. Posteriormente, se celebra la Eucaristía y se realiza una renovación como hijos espirituales de este santo italiano.

Según el presidente del grupo, José Manuel Caraballo, el carisma del padre Pío tiene hoy mucho que aportar a la sociedad: Por un lado, “su fidelidad y su ejemplo de vida”; por otro, su “amor a la Virgen”; y finalmente, “la estoicidad con la que sobrellevó sus estigmas y los desprecios humanos”.

Caraballo invita a todos los sevillanos a acercarse no solo al acto de bendición de la nueva imagen en la Parroquia de San Gil, sino a rezarle en esta parroquia en cualquier momento, ya que estará expuesto para su culto de forma ininterrumpida.

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Predicación en el triduo de preparación para la beatificación de mártires en Jaén

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A cargo de nuestro arzobispo Mons. José María Gil Tamayo en el tercer y último día del triduo preparatorio para esta beatificación que se celebrará en la Catedral de Jaén el día 13.

Nuestro arzobispo Mons. José María Gil Tamayo predicó ayer jueves día 11 el tercer y último día del triduo preparatorio para la beatificación de los 124 mártires jiennenses, cuya solemne celebración tendrá lugar el 13 de diciembre, en la Catedral de Jaén.

Durante los días 9, 10 y 11, la Iglesia diocesana jiennense meditó sobre las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. En la jornada de ayer, dedicada a “Los mártires, testigos de Caridad”, estuvo presidida por nuestro arzobispo de Granada, D. José María Gil Tamayo, como cabeza de la provincia eclesiástica. Concelebraron, además, el Obispo de Jaén, D. Sebastián Chico Martínez; los obispos eméritos D. Ramón del Hoyo López y D. Amadeo Rodríguez Magro; miembros del Cabildo catedralicio y otros sacerdotes diocesanos, informó la Diócesis de Jaén.

MÁRTIRES DE TODA LA IGLESIA
D. José María comenzó su homilía agradeciendo a D. Sebastián su invitación para compartir “esta preparación con este sabor de Iglesia. A esta fiesta de la beatificación de vuestros mártires del siglo XX, que ya no son solo vuestros, son de toda la Iglesia”.

Agradeció también a los obispos presentes su esfuerzo, para que los mártires “no lo sean, también, mártires del silencio”.“Nuestro mundo está necesitado permanentemente de ese recordatorio de la heroicidad de nuestros mártires”, señaló Mons. Gil Tamayo.

Asimismo, invitó a contemplar la vida y entrega de los mártires como una llamada a la reconciliación y la caridad. “La Palabra de Dios y la memoria de nuestros santos mártires nos convocan a una profunda reflexión sobre la caridad”, afirmó, recordando que esta virtud es el fundamento de toda vida cristiana.

Subrayó la necesidad de recuperar, a la luz del testimonio martirial, un espíritu de paz para el mundo de hoy: “En estos tiempos de honda división, de falta de concordia social y de hostilidad, nuestros mártires son un recordatorio de la llamada a la paz, al perdón, a la convivencia pacífica. Y esta es una verdadera memoria histórica de perdón”.

De la caridad también habló e indicó que no es una idea abstracta, sino un compromiso concreto con los más vulnerables. “La caridad impulsa al compromiso de amor al prójimo, especialmente con los más necesitados y pobres, con los migrantes y refugiados, con los enfermos, con los temporeros, con quien vemos desvalidos”. Recordó que el Evangelio fija el centro del juicio final en el amor activo: “Recordemos que el tema del examen final de nuestra vida es un examen de amor: tuve hambre y me disteis de comer; fui peregrino y me acogisteis; estuve enfermo o en la cárcel y me visitasteis”.

Del mismo modo, Monseñor Gil Tamayo llamó a un compromiso personal que transforme la vida social. 

“Se nos pide magnanimidad, la capacidad de ceder en lo accesorio para ganar en lo esencial; optar por la fraternidad, morir a nuestro propio egoísmo y soberbia… para resucitar todos a la vida del amor”.

Nuestro arzobispo alentó, además, a los fieles a mirar a los mártires como ejemplo luminoso para el presente. Que la memoria de aquellos que murieron perdonando, sin odio y sin rencor, sea luz que ilumine nuestra actuación en la vida pública y social. Que su sangre, semilla de nuevos cristianos, sea también semilla de nueva concordia cívica, fundada en la verdad, la justicia y, sobre todo, la caridad”. Y concluyó exhortando a vivir una coherencia cristiana que construya comunión. “Pidamos a Dios la gracia de construir puentes donde otros levantan muros y de perdonar, para ser dignos herederos de aquellos que nos legaron la mayor lección: la lección de amor”.

FOTOS: DIÓCESIS DE JAÉN

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