«Hoy el Espíritu Santo está disponible para todos los hombres»

Palabras del Arzobispo de Granada, Mons. Javier Martínez, en el informativo diocesano «Iglesia Noticia», que se emitió el 20 de mayo de 2012, en Cadena COPE Granada.

Muy buenos días Paqui, muy buenos días queridos oyentes de la Cope.

En el evangelio de San Juan, en el discurso de despedida de Jesús en la Última Cena, Jesús les dice a los discípulos una frase que nos puede resultar muy sorprendente: «Os conviene que yo me vaya, porque si no, no vendrá a vosotros el Espíritu Consolador, el Espíritu Paráclito». Es una frase misteriosa, obviamente. ¿Cómo puede el Señor decir que nos conviene que Tú te vayas? ¿Cómo puedes decir que puede haber algo mejor que estar cerca de tu, que estar a tu lado? ¿Qué has querido decir al decir eso? Cuando Fray Luis de León, en uno de sus poemas, comienza diciendo: «Y dejas Pastor santo a tu rebaño aquí». ¿Cómo podemos nosotros alegrarnos de que Tú no estés con nosotros?

La Palabra de Jesús tiene que tener un sentido bueno, tiene que tener un sentido que sea bueno para nosotros. Tratando de comprenderla me acordaba yo de otro episodio similar, no con exactamente el mismo contenido, en el lavatorio de los pies, cuando Jesús va a lavar los pies a Pedro (y lavar los pies es hacer de oficio de esclavo). Pedro le dice a Jesús: «Señor, ¿Tú lavarme los pies a mí? Jamás». Es decir: ¿Tú hacer oficio de esclavo conmigo? Jamás. Y Jesús le dice: «Si no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo». Es otro pasaje misterioso, y casi, casi, muy parecido al que nos sirve de objeto al comentario de hoy.

Cuando Jesús le dice eso a Pedro, de lo que está hablando es de su Pasión. Es decir, el lavatorio de los pies era un signo anticipado, un acto simbólico en el que Jesús estaba expresando el significado de su Pasión. Sólo en esa luz se entiende «si no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo», es decir, si no te lavo los pies, si yo no entrego mi vida por ti, si yo no muero por ti, no habrá posibilidad de que tú participes en la vida de los hijos de Dios, no serás redimido, y entonces no participarás en mi vida, en mi persona y en mi herencia.

En el pasaje de San Juan, la Palabra de Jesús que hemos dicho –»Os conviene que yo me vaya»- tiene un significado análogo. Jesús está aludiendo al Misterio Pascual. «Os conviene que yo muera, porque si yo no muero, no vendrá a vosotros el Paráclito». «Os conviene que yo retorne al Padre, porque si no vosotros no tendréis el Espíritu Santo, que os hace hijos de Dios». Es decir, nos conviene que Jesús complete su misión.

¿Y por qué dice Él que si no, no vendría a nosotros el Paráclito, el Consolador? Pues porque de alguna manera mientras Jesús está realizando su misión en la tierra, el Espíritu (es una manera humana de hablar) es como si estuviera concentrado en el Hijo. El Espíritu ha hecho posible la Encarnación, ha hecho posible el ministerio de Jesús. Jesús hablaba desde el Espíritu y desde el Espíritu podía Él hacer partícipe de su espíritu en cierto modo a aquellos que estaban cerca de Él; a los discípulos, cuando les daba el poder de expulsar demonios y de curar enfermedades también a ellos. Pero por así decir, el Espíritu estaba como dividido, y nadie podría acceder al Espíritu a menos que tuviera una cercanía física con Jesús. Sólo cuando Jesús ha cumplido por entero su misión en el lenguaje del mismo evangelista San Juan, cuando Él entrega su vida es cuando entrega su espíritu, y cuando ha triunfado sobre la muerte es cuando les da a los discípulos el espíritu para poder perdonar los pecados, y es cuando lo distribuye entre todo el grupo de seguidores de Jesús y las mujeres que estaban allí para, sencillamente, iniciar la vida de esa nueva comunidad que es la Iglesia.

Cuando Cristo ha cumplido, ha vencido al pecado y a la muerte, cuando Cristo ha ido hasta el final, en su Encarnación y en su unión a nuestra condición humana, entonces el Espíritu está libre para ser distribuido por el mundo, para ser entregado a los hombres. El Espíritu es ahora el alma de la Iglesia, no simplemente una especie de don ocasional de Jesús a aquellos que podían estar cerca de Él (muy pocas personas podían estar cerca de Él).

Y así la Iglesia antigua entendió siempre que nuestra situación era más privilegiada que la de los discípulos o que la de aquellos que asistieron físicamente a la participación de Jesús, justamente porque hoy el Espíritu de Jesús, hoy el Espíritu Santo está disponible para todos los hombres, para cualquiera que crea en Jesús, y quiera participar de su destino y de su vida participando de la comunión y de los sacramentos de la Iglesia. Señor, todo lo que has hecho, lo has hecho pensando en nosotros; todo lo que has hecho, lo has hecho para nuestro bien.

Bendito seas. Gracias por esta Redención que los hombres jamás hubiéramos podido imaginar, y que sólo Tú, el Hijo de Dios, has podido beber hasta el fondo nuestra condición humana de tal manera que puedas entregarnos tu misma vida y hacer de cada uno de nosotros, a lo largo de los siglos y en toda la geografía del mundo, sencillamente hijos de Dios, partícipes de tu vida divina y herederos de tu gloria.

+ Javier Martínez

Arzobispo de Granada

20 de mayo de 2012

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